Ya los alumnos de secundaria habían desaparecido como por arte de magia una semana antes, después de rendir las últimas evaluaciones y de recibir las calificaciones.Por estas horas, el alumnado puede dividirse en dos grandes grupos: los que aprobaron el año y los que tratarán de salvarlo en las mesas examinadoras.O dicho de otra forma: los que se rompieron el lomo estudiando y los que se entregaron al dolce far niente cuando había que poner quinta a fondo, salvo aquellos chicos a los que les faltaron algunas centésimas para aprobar.Dicen que con los chicos el trabajo nunca se termina, y en materia educativa parece que los inventores de ese viejo adagio también tienen la razón.Vamos por partes.Los primeros, que hasta hace cuarenta y ocho horas estaban ávidos de desembarazarse de las obligaciones escolares de una vez, ya son protagonistas de una cruzada que se repite cada fin de año y que tiene como lema o caballito de batalla una frase tan vieja como esclarecedora: “Estoy aburriiiiido”.Es que junto con las clases termina un cúmulo de actividades extras, como las clases de danza, de fútbol, de idiomas, etcétera…Así, de un plumazo, pasaron de estar hasta el jopo de obligaciones a caer presos de un sopor e inactividad galopantes.Ahora se los ve durmiendo hasta tarde –hablo de los que van al colegio por la tarde, ya que los del turno matutino están formateados para despertarse a las siete y todavía lo hacen como en pleno ciclo escolar–, en pleno romance con la bendita PlayStation y, por qué, no con el teléfono celular o tablet.Arden los grupos de chicos en WhatsApp programando actividades especialmente en este feriado superlargo. Arden muchas madres y padres buscándoles entretención después de verlos deambular cual zombis por la casa, el patio, la vereda, todos sin rumbo fijo…Dicen los especialistas que las vacaciones deben ser vacaciones hasta el último día, y que a estos chicos hay que liberarlos de toda obligación curricular. OK. ¿Pero qué hacemos para que el aburrimiento no se vuelva un bumerán en nuestra propia casa?Otros que claman auxilio son los padres de aquellos púberes que se llevaron materias y que asisten a clases de recuperación de cara a las mesas de exámenes.Es que deben batallar duro y parejo no sólo contra el cansancio propio del fin de año, sino contra el malhumor y el desgano de los chicos y más aún contra la cuenta regresiva para alcanzar a aprender como sea los contenidos que no lograron captar ni valorar de marzo a la fecha. Están como aquel equipo de fútbol en tiempo de descuento que en pocos segundos debe hacer todos los goles que no hizo en noventa minutos.Muchos de esos progenitores también están que trinan porque para que los pibes se entreguen en cuerpo y alma a los exámenes venideros deberán alejarlos –misión imposible si las hay– de la tecnología que en sus diversas formas los subyuga, los capta y finalmente los devora hasta dejarlos reducidos a entes.¿Queríamos que terminaran las clases? Bueno, damas y caballeros, la mesa está servida.