El ministro de Finanzas, Luis Caputo, ganó una extraña copa mundial de la colocación de deuda. El lanzamiento del bono a 100 años que fue calificado en una encuesta del Financial Times como la locura más grande el mundo. Pese a las críticas que generó en propios y extraños, y a las derivaciones legislativas y judiciales que tiene esa política, la escalada de endeudamiento sigue adelante.
Los últimos datos oficiales del Indec revelan que la deuda externa subió más de 28 mil millones de dólares en el primer trimestre del año, respecto del mismo período anterior, y dio cuenta de un fuerte desequilibrio en la balanza de pagos. Este rojo de las cuentas externas convive con un creciente déficit fiscal y reanima viejos fantasmas de aquellos tiempos previos a la crisis de fin de siglo pasado.
Pese a la muletilla oficial sobre reactivación y la amplificación de algunos brotes estadísticos, el déficit externo revela la desconfianza de los inversores sobre la marcha del proceso de la economía. La dolarización de las últimas semanas, que llevó la cotización de la divisa a nuevos récord históricos, es la expresión más cruda de la presión de los hombres de negocios, que ahora piden que en las legislativas de octubre se plebisciten medidas de ajuste, como el recorte de prestaciones previsionales y la flexibilización laboral, en las elecciones de octubre.
Esta exigencia del núcleo duro del tercio macrista explica la audacia de profundizar el recorte de pensiones por invalidez y viudez, así como las bajas en los subsidios del Progresar, en el inicio de la carrera electoral. Igual que la ofensiva contra el fuero laboral y el sistema de protección legal de los trabajadores y la escalada represiva en momentos en que los despidos se cuentan de a miles por semana.
El marketing político del diálogo y la alegría muta hacia el marketing de la ferocidad, aun cuando la conflictividad en los territorios obliga a recalcular algunas tácticas. Es el caso de la paritaria docente de la provincia de Buenos Aires, donde la gobernador María Eugenia Vidal realizó discretamente una oferta salarial mejoradora, luego de cuatro meses de rigoreo y ataque al frente de gremios docentes. Ahora, lejos de los programas televisivos del prime time, cambió de táctica ante la necesidad de cerrar grietas en su propia administración y la dificultad para quebrar la acertada estrategia de resistencia de los maestros.
Unidad, aguante y paciencia fue la clave de esta estrategia gremial, que no abundó en el variopinto mundo sindical argentino. La pelea por el empleo, el salario y la suerte de los activos sociales acopiados durante la posconvertibilidad, marca el ritmo de la política real desde hace diecisiete meses. Esta lucha que va más allá del marketing, tiene su reflejo en la confección de las listas de precandidatos para las elecciones de octubre. Economistas, investigadores, y referentes sociales fogueados en el conflicto social integran las listas de la oposición a nivel nacional. En Santa Fe, encabeza una de las listas el ministro de Producción, protagonista de las duras batallas que provocó en la economía provincial el cambio de modelo económico. Por el oficialismo, la apuesta también es fuerte: los principales responsables del área educativa, que encabezaron este año la lucha contra los docentes y las críticas a la educación pública, lideran las listas junto a políticos afincados en los estudios de TV y economistas partidarios del ajuste.