El astro argentino del Barcelona español, Leo Messi.
La música de la Sinfonía número 40 de Mozart, acompaña el repiqueteo de las teclas que intentan
construir éste texto. Fue el desafío paralizante de querer escribir algo sobre el mejor jugador del
mundo en la era moderna, lo que me llevó a buscar el recurso inspirador y tranquilizante de la
música clásica. Es que sobran y al mismo tiempo faltan las palabras para describir las virtudes de
Messi. Aquellos que superamos los 30 deberíamos ser agradecidos por la dicha de haber visto a Diego
y la fortuna de ser contemporáneos –en la era HD- del mejor jugador que ha dado el fútbol de
Maradona para acá.
En ésta elección arbitraria, no hay manera de refutar con números ni imágenes el cetro que le
pertenece a Leo Messi. El rosarino maravilla en el césped con la pelota imantada a su habilidad
humillante, o enmudece críticas afuera con estadísticas escalofriantes. En los últimos 89 partidos
marcó 89 goles. Tiene 172 con la Blaugrana (115 en Liga, 33 en Champions, 2 en Mundial de Clubes y
17 en Copa del Rey). Además es el máximo goleador de Barcelona en la historia de la Champions
(lleva 8 en ésta) y de las 172 conquistas, sólo 14 fueron de penal. Con 23 años el argentino ya
está en el tercer lugar entre los máximos artilleros de la historia barcelonista. Las imágenes de
Messi recorren la esfera mundial con la velocidad de su fútbol. En cada compendio de goles los
defensores quedan desparramados en el infructuoso esfuerzo por detenerlo, mientras su indumentaria
pasa pruebas de resistencia ante agarrones desesperados y estériles.
Siempre Leo, de punta, en los costados o armando juego. Peleando por recuperarla o trabando sin
escatimar fuerzas para volver a tenerla. Suele dibujar jugadas que ni siquiera el joystick más
sofisticado de la última consola de juegos se atrevería a realizar. Asombra Messi. Ya es un
clásico, porque su juego muestra un parecido indiscutido con aquellos que marcaron a fuego nuestra
historia futbolística. Pero también es moderno, con detalles europeos (atlético, aplicado y
profesional) que lo terminaron de barnizar como un jugador de época. Llegamos al final, de fondo
aún suena Mozart. También se escuchan algunas pálidas voces detractoras de Messi. A ellos también
les llegará la hora de darse cuenta que el crack sigue madurando –sin escándalos personales- para
convertirse en el mejor de todos los tiempos.