Por Carlos Hernández
Columnista de UNO
Los radicales tienen la llave para abrir el proceso de reformas institucionales de la Provincia, que incluye a la Constitución.
En general, buena parte de la dirigencia provincial concuerda en que es necesario adecuar el andamiaje normativo en que se asientan la práctica política y electoral, los preceptos constitucionales y temas como la autarquía financiera del Poder Judicial.
Tan es así que el propio radicalismo, con acuerdo en algunos temas con los demócratas, viene impulsando una serie de reformas como la boleta única, el financiamiento de las campañas de los partidos políticos, la ley de transparencia y especialmente el desdoblamiento del calendario electoral. La oposición, además, tiene la disposición de acompañar la iniciativa del gobierno de Francisco Pérez en su proyecto de otorgarle autarquía a la Justicia destinándole partidas de la recaudación de algunos impuestos provinciales, como el Automotor.
En cuanto a la reforma de la Constitución provincial habría consenso para avanzar en el reconocimiento de determinados derechos y en otros aspectos no contemplados en la Carta Magna de 1916, que ha quedado anacrónica, según diversos especialistas.
Entonces, queda claro que lo que divide las aguas es la intención de instituir la reelección del gobernador y del vicegobernador.
En verdad, lo que rechaza el radicalismo es habilitar la eventual continuidad de Francisco Pérez y de Carlos Ciurca.
No se trata de una diferencia al pasar, teniendo en cuenta el último pronunciamiento formal del radicalismo en pleno.
En la declaración estaban casi todos, pero una vez más Víctor Fayad ha dado muestras de cortarse solo, al punto de que dijo estar a favor de posibilitar la reelección. De paso fue más allá: avisó, este jueves, desde Tunuyán, sin eufemismos, durante una gira de lanzamiento de su nuevo espacio interno, que él estaría dispuesto a ser candidato si el actual mandatario quedara habilitado para postularse para un nuevo mandato.
Lo del capitalino Fayad es una jugada fuerte porque desafía la orgánica partidaria y al mismo tiempo, se posiciona de cara a la sociedad de manera expectante.
Contrariamente, la estrategia del partido es enfrentar el anhelo político del Gobierno tensando la cuerda hasta poner en riesgo todos los proyectos reformistas.
El radicalismo mendocino ha perdido y ganado elecciones desde la recuperación de la democracia. Ha gobernado en tres períodos y ha sido capaz de proyectar a sus dirigentes a las ligas mayores, pero desde hace unos años se encuentra con la mochila que representa un partido desgajado y con escaso predicamento a nivel nacional.
Hoy en Mendoza da la impresión de que está optando por jugar a la defensiva para, por ahí, colocar algún contraataque.
Al parecer, para abortar la posibilidad de la reelección no tendría reparos en hacer naufragar la postergada reforma constitucional.
El radicalismo debería recuperar la autoestima y en lugar de rehuir el debate tendría que jugar a más, teniendo en cuenta su fortaleza y de que nadie tendría la reelección garantizada, ya que siempre la decisión es del votante.
Fayad ha lanzado desde la oposición un guante con audacia.
El radicalismo provincial bien podría promover todos los debates y poner a consideración todas las iniciativas, lo que sería una oportunidad para darle curso a sus propios proyectos reformistas.