En debate esp
Habilitar el voto a los 16 años es una chance de inclusión de los jóvenes en la cosa pública.

Educar al soberano es la clave

Por Carlos Hernández

Columnista de UNO

Después de que la dictadura emprendiera su retirada por la derrota en Malvinas que se llevó la vida de centenares de jóvenes enviados a una guerra absurda, los argentinos empezamos a respirar los nuevos aires de la democracia recuperada.

La juventud tuvo un gran protagonismo en las campañas electorales y luego en la militancia cotidiana con la misión de propagar sus convicciones políticas, por esa época predominantemente alfonsinista, bajo el ideario de democratizar los espacios del Estado y la cultura social.

Se trataba de una ardua y estimulante tarea que debía comprender al sistema educativo. La reforma universitaria era el motor que animaba a Franja Morada, a jóvenes enrolados en otras agrupaciones y a estudiantes independientes de los partidos políticos. Entre otros principios reformistas estaban convencidos de la necesidad del cogobierno en las universidades estatales, con participación estudiantil en los consejos. Obviamente no se pensaba en limitar la tarea militante a los ámbitos universitarios, pues había que llevar el fuego de la participación a los espacios juveniles, incluido el secundario, con la conformación de los centros de estudiantes.

Eran los tiempos en que desde la mística militante se creía en la existencia de un campo popular aglutinante de la diversidad progresista que se contraponía a los sectarismos de los sectores extremos y, por supuesto, a la derecha que encarnaba el establishment. La contradicción fundamental era “pueblo o anti-pueblo”. Entonces proliferaba una utopía que ensalzaba la política como instrumento de cambio antes que como vehículo de acceso a los privilegios del poder.

La praxis dirigencial de los años posteriores y el fracaso de los gobiernos elegidos por el voto popular se encargaron de desmovilizar a la militancia y de fomentar el descrédito de la política, hasta llegar a un estruendoso “que se vayan todos”.

Las circunstancias de los últimos años han propiciado un relativo interés juvenil por la política que el kirchnerismo ha sabido capitalizar y, como siempre va por más, está impulsando que se habilite el voto desde los 16 años.

Entre tantos argumentos políticos y jurídicos que se han escuchado un docente consultó sobre el tema a sus alumnos de esa edad: la mayoría expresó su rechazo a votar y el denominador común fue que no querían ser utilizados. El docente relató que mostraron tanta claridad conceptual al momento de expresarse que demostraron una interesante capacidad como para sufragar a conciencia.

Es para debatir si conviene que se aplique la ampliación de sus derechos para las próximas elecciones o si el voto debe ser optativo u obligatorio y ciertas voces han advertido de que una buena porción juvenil ni siquiera está incluida en el sistema educativo.

Lo saludable es volver a plantearse el aporte que pueden hacer esos jóvenes al comprometerse con la cosa pública, sobre todo para ellos mismos. Todo un desafío para los adultos, quienes deben generar las condiciones propicias para la educación cívica.