Por Andrés Gabrielli
Columnista de Diario UNO
El impulso irrefrenable que lo lleva a Francisco Pérez, una y otra vez, hacia el escenario global, le hizo perder algunos momentos trascendentes en su tierra.
Al anunciarse la “nacionalización” de YPF, por ejemplo, se hallaba de gira por Estados Unidos, donde tuvo que usar un traje de explicador de cuestiones criollas que le quedaba algo largo de mangas.
Esta semana, el regreso de Cristina y su recambio ministerial (el más importante de toda la década kirchnerista) lo encontraron en el exótico Qatar, un emirato de Las Mil y Una Noches, tras cerrar su tercer paso casi consecutivo por China.
El entusiasmo y el frenesí laborante lo acompañan al gobernador en cada una de sus salidas al exterior. Lo cual no le impidió, esta vez, percatarse de una señal, muy clara, que le envió Nasser Mohamed Al Hjri , máxima autoridad de la Hassad Food, la entidad que se ocupa de los asuntos alimentarios de Qatar.
El funcionario en cuestión, el más longevo de los contactados en la gira, una especie de “jefe político” del emirato, le dijo puntualmente a Pérez que las políticas comerciales y de producción de Argentina, en ocasiones, le quitan el atractivo.
El hecho fue comentado por Ariel Robert, enviado de nuestro medio, en sus crónicas de viaje.
Qatar, en otras palabras, estaba advirtiendo acerca del malestar que causaba el estilo argentino implementado por el secretario de Comercio Guillermo Moreno.
Fue una premonición de lo que iba a suceder horas después.
El adiós a Guillote
De todos los nombres en danza esta semana, el que más impacto causó fue el de Moreno.
El súpersecratario se convirtió en el emblema cabal del decenio kirchnerista. Muy pocos alcanzan ese rango a partir de su influencia en el clima de negocios del país. Martínez de Hoz fue, en este sentido, la cara del Proceso; Cavallo, la de Menem.
Moreno, sin ser ministro de Economía (una rareza), puesto que, tras Lavagna, no hubo uno como tal, fue la máscara brutal, desaforada, discrecional, que los Kirchner le mostraron a la Argentina. Para disciplinarla y darle un sentido de marcha.
Esa máscara había empezado a descascararse.
Moreno provocaba una intensa incomodidad en aquellos oficialistas que no eran sus incondicionales. Costaba, horrores, sostenerlo argumentalmente, sobre todo cuando había que bancar el Indec.
Por eso hoy en el entorno de Pérez prefieren ni nombrarlo para explicar la etapa que acaba de iniciarse. Se detienen en su reemplazante, Augusto Costa, de quien subrayan su importante bagaje intelectual.
Capitanich, la esperanza blanca
Puestos en la obligación de ponderar la decisión de la Presidenta, los hombres de Paco ponen más fichas en el nuevo jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, que en el ministro de Economía, Axel Kicillof.
Destacan la “buena onda” que tiene con Pérez y recuerdan su visita, en abril, cuando Mendoza se ofreció a comprar tres de los tractores Jensen que se fabrican en el Chaco.
Creen que fortalecerá la comunicación. Sus fluidas conferencias de prensa lo atestiguan.
“Capitanich será un canal de diálogo brutal no solo para la liga de gobernadores, sino también para el sindicalismo, los empresarios y los demás sectores”, dicen, añadiendo su formación económica y su capacidad para gestionar el día a día del ante el reposo presidencial.
Hay equipo
Otro motivo de esperanza apunta a la conducción económica.
Las seis o siete cabezas que tomaban decisiones eran un engorro para todos, públicos o privados.
“Ahora, con Capitanich y Kicillof, el equipo económico muestra una sólida formación y homogeneidad. Se podrá saber para dónde estamos yendo. Esto da previsibilidad. La misma que va a transmitirle al sistema financiero un profesional serio como (el mendocino) Juan Carlos Fábrega al frente del Banco Central”, es el pensamiento dominante aquí.
Qué se espera
Hay expectativas, pero no un optimismo burbujeante.
“Cristina tomó nota de que la derrota electoral obedeció a la economía”, explican.
¿Qué se prevé, siendo cautos? Un crecimiento, el año próximo, de un 4%, gracias al consumo.
Será inevitable bajar subsidios. “En Mendoza estamos pagando el doble de gas y luz que en la Capital Federal. ¡Es una locura!”, indica un ministro.
Sobre la inflación, no se esperan resultados mágicos: “Con bajar al 18 o al 20% el año venidero y al 15% en 2015, démonos por satisfechos” (está claro que “el modelo no se toca”).
La gran batalla estará concentrada en el dólar y en frenar el drenaje de reservas. “Si seguimos así, cuando se vaya Cristina estaremos en los mismos niveles que en 2003″, alertan.
¿Y Paco?
Pérez sufrió una derrota peor que el Gobierno nacional. Sin embargo, nunca pareció convencido de su responsabilidad en los resultados.
Hasta el día de hoy se resiste a una remoción. No piensa hacerla, por lo menos, en lo que resta de 2013.
Algunos dicen que es solo cuestión de timing. Otros son más directos: “Cristina lo puso en un aprieto a Paco. Ya no va a poder hacer un par de movimientos simbólicos, cosméticos. Va a tener que ir más a fondo”.
Es la escuela jaquista, que pervive. Celso Jaque, de quien Pérez fue ministro, demoraba las decisiones de esta índole al infinito.
Se requiere paciencia, pues.
Cada enigma, para ganar en aromas y complejidad, en fascinación, debe añejarse. Como el vino.