Por Gustavo Sylvestre
No lo dirán en público, ni en las declaraciones periodísticas, pero puertas adentro de la Rosada o de la Quinta de Olivos, el masivo pronunciamiento popular del jueves en distintas ciudades de la Argentina, convocado por las redes sociales, ya es motivo de análisis en la mesa chica de las decisiones presidenciales.
Al Gobierno le cuesta admitir en público cuando algún acto que no es de su dominio tiene trascendencia, como lo que ocurrió esta semana. Siempre lo ha hecho. Lo que escapa a su control no se comenta, no se le da trascendencia. Pero eso no quiere decir que no sea parte del análisis que la propia Presidenta suele hacer con su círculo muy íntimo de toma de decisiones.
Cristina de Kirchner es una militante de la política y sabe interpretar los mensajes que le llegan desde la sociedad. Y deberá saber escuchar este mensaje de atención, porque seguramente muchos de los que se manifestaron el jueves la votaron el año pasado.
La movilización, si bien es un mensaje al Gobierno, también lo es para toda la dirigencia política del país. Bien lo interpretaron el líder socialista Hermes Binner y el diputado nacional Francisco de Narváez, que hablaron de “toque de atención” para todos. El único que cree que puede verse beneficiado con esto y opinó en consecuencia fue Mauricio Macri, que, se sabe, no suele interpretar muchas veces cabalmente la realidad.
Las consignas de la movilización no fueron claras, pero tal vez no eran necesarias cuando esa franja de la población argentina que salió a las calles lo hizo para expresar “algo”. Para hacerse sentir.
Lo hemos marcado en anteriores oportunidades; el Gobierno, o algunos de sus integrantes, deberían bajar los decibeles de cierto apasionamiento que suelen poner en creerse los dueños de la verdad o en no admitir “otras voces” al momento del debate. Y deberían dejar de expulsar voluntades que bien podrían acompañar su proyecto, si no fuera porque piden en forma permanente “sometimiento total”.
El Gobierno ha demostrado que ha tenido capacidad este año de sortear, hasta ahora con éxito, la debacle mundial de la economía. Y si bien se ha reducido el nivel de crecimiento de nuestra economía, se ha podido mantener el nivel de consumo y se ha logrado, ejemplo esta semana, mantener la asistencia social, aumentar la misma y readecuar el tema de las asignaciones familiares, que era un pedido de la CGT.
¿En qué anda la oposición?
Hoy por hoy, los dirigentes opositores parecieran que se “comen” todas las operaciones lanzadas desde el oficialismo y se entreveran en las discusiones que propone el Gobierno, o en temas menores que no ameritan siquiera una mínima línea de reflexión pero que son tomados como dogmas de fe a seguir.
Y hay preocupación entre algunos –pocos– dirigentes de partidos de oposición, que en charlas privadas admiten estar envueltos en una parálisis que les impide crecer en sus propuestas y pararse como corresponde frente al Gobierno. Le escapan a la foto con otros referentes opositores que intentan reeditar una especie de Grupo A, que tan poco resultado les dio el año pasado, y comienzan a dejar de lado apetencias personales para encaminarse a negociaciones que les permita un armado político para el 2013, sin mirar el 2015.
Desde la provincia de Buenos Aires, algunos dirigentes cercanos a Francisco de Narváez han comenzado a dialogar con dirigentes del PRO, en la búsqueda de un frente que les permita reeditar el 2009, pero con la premisa de “despejar el 2015, no hablar de ese año, sino de cómo debería construirse una alternativa para las legislativas del 2013 capaz de enfrentar al kirchnerismo”.
En este sentido, algunos creen que Daniel Scioli compartirá, nuevamente, las listas del Frente para la Victoria, y que Sergio Massa no jugará solo, lo que los llevaría a rearmar un esquema similar al que les dio la victoria frente a Néstor Kirchner.
Para eso, el PRO debería dejar a Gabriela Michetti en la Capital federal –es el deseo de la actual diputada– o en caso contrario plantearse una especie de interna entre ella y Francisco de Narváez, que sigue recorriendo la provincia como el primer día.
Creen, desde este peronismo disidente, que en ese frente necesariamente deben estar todos los peronistas que se han puesto en la vereda de enfrente de Cristina de Kirchner, incluido Hugo Moyano.
El líder de la CGT, si bien está en un armado político, ha desechado esta semana ir como candidato a diputado el año próximo, lo que llevaría a que toda su poderosa estructura sindical sea puesta al servicio político de un armado que enfrente al kirchnerismo.
El PRO no logra ampliar su base de sustentación politica, y más allá de la figura de Miguel del Sel, no ha podido avanzar en sumar figuras de peso o estructuras peronistas a su armado nacional. Mauricio Macri ha comenzado a notar cómo el peronismo, una vez más, piensa en sí mismo y difícilmente algún dirigente de peso peronista esté dispuesto a compartir cartel con él.
Más allá de la foto en el estadio Mario Kempes, de Córdoba, José Manuel de la Sota ha avisado que nada lo une políticamente a Macri. No lo siente propio y en su intimidad no cree que Macri llegue algún día a presidente.
Son varios los dirigentes de la oposición, sobre todo peronistas, que sienten que Macri no está decidido a jugar fuerte, y perciben “que le da lo mismo llegar a la Rosada o irse a su casa”. Y hay muchos peronistas que se sienten incómodos con Macri al lado, y lo hacen saber.
No resultaría nada extraño que en los próximos días se produzca algún encuentro entre Francisco de Narváez y José Manuel de la Sota, con el objetivo de explorar alguna posibilidad de armado a futuro. Pero todos, en el peronismo, prefieren medir bien las jugadas, para no quedar descolocados. Saben que el Gobierno está fuerte, y dispuesto a todo.
De la Sota ya movió las fichas y ha avisado que está dispuesto a jugar. Está convencido de que puede aguantar con fondos propios en su provincia, y por el momento, su imagen positiva en Córdoba ha crecido considerablemente, en niveles superiores a los de hace un año, cuando ganó la gobernación. Sabe que tiene un camino difícil por delante, largo, pero no renunciará de antemano a ponerse entre los candidatos para el 2015.
El Frente Amplio Progresista con Hermes Binner a la cabeza está tratando de superar los primeros corcoveos internos, producto de discrepancias que se presentan entre los socios frente a los proyectos presentados por el Gobierno, y las posturas disímiles que hay entre ellos, por ejemplo frente al voto joven.
Otro punto de disidencias fuerte es con quién asociarse o no, frente al 2013. Las declaraciones de Binner –luego corregidas– de que no tendría límites con Macri produjeron un fuerte cimbronazo interno que estuvo a punto de hacer tambalear la construcción que los diferentes sectores políticos vienen haciendo. La rápida rectificación de Binner tranquilizó momentáneamente las aguas. Y con los radicales, hay provincias como Córdoba, donde Luis Juez nada quiere saber de ir juntos. Diferente es la provincia de Buenos Aires, donde radicales y el GEN de Margarita Stolbizer siempre cruzan guiños, aunque nada concreto se dé por el momento.
Los radicales son los que más difícil la tienen. Pese a los intentos de su presidente, Mario Barletta, de levantar el partido y de posicionarlo nuevamente, el internismo puede más. Y la carencia de figuras convocantes a nivel nacional, más los errores cometidos durante el último año, lo muestran aún débil para la batalla que se avecina.
Sólo un avance del Gobierno en el Congreso, antes de que termine el año, de intentar querer sacar la necesidad de reformar la Constitución Nacional podría ponerlos a todos en guardia. Y ya se sabe que el Gobierno no se anda con chiquitas.