Cuando Li Chao fue despedido luego de que su jefe le comunicara que el programa de computación que había ayudado a codificar no “cumplía los requisitos del cliente”, lo primero que deseó fue romper su computadora de trabajo de la bronca. “Durante seis meses, había trabajado 12 horas por día en ese programa, seis días a la semana”.


Después de llevar unas horas empacando y despidiéndose de sus colegas, Li, de 33 años, tomó el subte desde su lugar de trabajo hasta la Zona de Arte 798 en el noreste de Beijing, donde se encuentra la “sala de la ira” llamada Smash. Luego de pagar 158 yuanes (u$s 22) por una sesión de 30 minutos en Smash, se desahogó en una sala de paredes de concreto golpeando computadoras con un bate de béisbol y arrojando botellas contra las esquinas. Li, que destruyó más de 50 botellas, tres teclados y dos monitores, señaló que al finalizar se sintió “satisfecho, calmado y victorioso”.
Cada vez más gente en China descarga su frustración y disminuye la presión en salas de ira, rompiendo botellas y maniquíes para liberar tensión. Smash es el primer sitio de este tipo en Beijing. Está equipado con bates de béisbol y martillos para permitir que los usuarios liberen su frustración rompiendo objetos.


Jin Meng, de 25 años que fundó Smash el año pasado, ha construido una base mensual de clientes de más de 600 visitantes. “Dejamos que la gente traiga sus cosas para descargar su ira. Ofrecemos un lugar seguro para que se puedan liberar de la energía negativa y estamos contentos con eso”. Jin expresó que el propósito de la sala de la ira no es promover la violencia sino reducir el estrés.


En muchas ciudades que llevan un ritmo acelerado como Beijing, el desarrollo rápido ha traído niveles altos de estrés. La presión para tener éxito es extremadamente alta. De acuerdo con una encuesta de “Trabajando en Asia”, de 2017, el 40 % de los empleados de la parte continental de China y el 45 % de Hong Kong señalaron que trabajan más de 50 horas semanales.
Esos informes han inspirado a personas como Jin a encontrar nuevas formas de capitalizar la presión creciente.

Por ejemplo, el año pasado, los Museos de Relaciones Perdidas, fundados por una compañía llamada Mr Lovelorn en muchas ciudades chinas, tuvieron tal éxito que la compañía rápidamente inauguró nuevos locales en otras 20 áreas. Los museos fueron idea del director de la compañía, Zhu Zhaowei, quien señaló que se puso en el lugar de la gente joven que se sentía “perdida” después de vivir abandonos amorosos y quiso crear un lugar que ofreciera la oportunidad para hacer catarsis.


“Con la presión de la sociedad y el trabajo, cada vez más jóvenes, especialmente la Generación Z (los que están alcanzando la adultez en la segunda década de este siglo) están más abiertos y tienden a expresar lo que sienten y quieren encontrar una vía de escape para sus emociones”, sostuvo Zhu.

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