El joven Santiago Maldonado, portador y cultor de la ética de los solidarios, se ha transformado de modo involuntario en un símbolo. En efecto, seguramente con su nobleza libertaria acompañando la lucha de los oprimidos por el voraz capitalismo no buscó trascendencia sino poner en acción valores que en esta época sombría de trepadores a la pirámide del poder, de impostores e impunes perturba a esos seres insensibles; vanidosos, soberbios y mezquinos. El joven Maldonado no es de las personas que hacen cálculos electorales y demagógicos para atrincherarse en una poltrona legislativa o ministerial. Por el contrario, aspira a una sociedad no envilecida por el dinero y la posesión de bienes; basada en el apoyo mutuo. Maldonado tiene que aparecer vivo, sano y salvo. Esta es una exigencia impostergable que no podrán acallar. Es un clamor que se expande por el mundo. Hace 90 años el Estado norteamericano ejecutó a Sacco y Vanzetti. Hombres cabales, solidarios, tales como Santiago Maldonado.
Carlos Solero