El caso Lobos bien podría leerse como una de las consecuencias de lo que ha sido el peronismo mendocino en los últimos años

Un gastador y rantifuso que la política amparó

Por UNO

Luis Lobos será recordado como uno de los más de-satados políticos mendocinos. Ha terminado haciendo historia. Pero mala, claro.De empleado comunal saltó a concejal vivaracho y trencero y de allí a intendente gastador y rantifuso, en la Comuna más poblada de la provincia.

En el medio, Lobos cambió de estilo de vida, designó a buena parte de su  familia en cargos rumbosos, como si el municipio fuera su empresa, se fue a vivir en un tranquilo country, cultivó autos lustrosos y gastó sin asco la plata comunal.

Por caso gastó una millonada de pesos de los contribuyentes para hacer una aparatosa campaña electoral que le permitiera ser elegido intendente en serio.

Las urnas lo pararon en seco y lo mandaron a estudiar Decencia.

Hacia adentro

El ascenso explosivo del nuevo rico duró lo que tenía que durar: el tiempo necesario para que el susodicho implosionara.

Terminó autodestruyéndose, como el comunismo ruso, o las cintas de Misión: imposible.

Lo concreto es que hoy Lobos está denunciado en la Justicia provincial y en los estrados federales por un variado menú de delitos que deberán ser probados.

En el fuero provincial, por ejemplo,  ya está imputado por administración fraudulenta en contrataciones y licitaciones.

Y en la Justicia federal lo investigan por enriquecimiento ilícito, lavado de dinero y evasión impositiva.

Ella también

Acusada está asimismo la esposa de Lobos, Claudia Verónica Sgró, quien también fue funcionaria de su esposo en cargos muy bien rentados.

Los concejales de Guaymallén lo dejaron hacer porque en esa comuna, como en casi todas las municipalidades de la provincia, funciona un mecanismo delictual muy ladino.

Ese modus operandi consiste en que el intendente de turno “adorna” a los ediles de la oposición con la entrega de cargos y otras “atenciones” con la finalidad de que no lo controlen. Todo con plata aportada por la ciudadanía.

Sin vergüenza

Esa es una de las grandes canalladas de la política provincial, situación  que también ha sido convalidada por los principales partidos con su silencio, lo cual debería dar lugar a un mea culpa generalizado en el ambiente político, tan necesitado de gestos de prudencia republicana.

En el caso particular de Guaymallén deberían hacerlo los concejales radicales que “aceitaron” las trapisondas de Lobos como si no pasara nada.

El nuevo jefe comunal de Guaymallén, Marcelino Iglesias, ha admitido públicamente esa trastada de correligionarios suyos que se desempeñaron en la etapa Lobos.

En Guaymallén sólo el concejal de izquierda Federico Telera se animó a denunciar el escándalo  que se vivía en  Guaymallén.

Chicos, vuelvan

Lo positivo es que los votantes de ese departamento castigaron con sus votos al voraz Lobos y lo sacaron, esperamos que por varios años, del ambiente político.

Lo que no hicieron los organismos de control ni la propia política lo concretaron los ciudadanos.

Sin embargo, Lobos y su esposa ya se habían hecho nombrar en el máximo escalafón de la planta permanente  de empleados, lo que equivale a un cargo de subdirector de por vida.

El actual intendente Iglesias hizo retornar de sus vacaciones al matrimonio Lobos-Sgró debido a que ahora están cortadas las licencias de todos los funcionarios políticos y las de los cargos más altos de planta permanente, debido a la crisis que envuelve al departamento.

Mirá lo que te digo

 El caso Lobos bien podría leerse como una de las consecuencias de lo que ha sido el peronismo mendocino en los últimos años.

Un partido sin vida, sin rumbo, sin actualización, sin claridad conceptual, entregado a los dictados autoritarios de la Casa Rosada, con líneas internas movidas por intereses descaradamente personales o de facción, y sin ninguna idea clara de lo que debería hacerse para mejorar esta provincia.

Eso se llama fracaso de la política.

Ya lo padeció el radicalismo luego del frustrante gobierno de la Alianza.

Fue en aquellos años en que aún se creía que nada se podía hacer en la Argentina si no era asociado con el peronismo, es decir con el único partido que se había autodeclarado  en condiciones de gobernar el país y las provincias.

Si hoy existe un renacer diríase light del radicalismo, asociado por supuesto a la figura de Mauricio Macri, es porque a escala terminaron de entender que, como Lobos, el kirchnerismo en particular y el peronismo en general estaban por implosionar.

Hay que exigirles a los políticos pero también los de a pie se deben exigir responsabilidades como fuerza civil.

El periodismo tiene reservado por la Constitución un papel clave para controlar los excesos del poder.

Pero la civilidad debe multiplicar sus organizaciones para apartar a tiempo a gente lanzada y desaforada, como Lobos y otros.

No hay que olvidarse de Lobos. Su estilo político tiene aún no pocos admiradores secretos.