Una de las moralejas posibles que ilumina el libro es que no hay madres perfectas, ni hijos perfectos, ni escuelas perfectas. Y que por más intervención o poder de decisión que uno pretenda tener, el componente azaroso es altamente decisivo sobre el éxito -o no- de una experiencia escolar.
"Nuestros hijos están más grandes y escolarizados. Y nuestro trabajo más precarizado, así que este libro salió con el ánimo de un par de madres sobreocupadas y con muchas obligaciones escolares y extraescolares -apuntan las autoras en entrevista con Télam-. Hicimos la Guía 1 en el momento justo. Y algo parecido sentimos que pasa ahora con la 3: con las ideas que hay alrededor de la escuela, con eso de pedirle todo todo todo a la escuela... y con que la escuela, como institución, siga creyendo que lo es todo".
"Porque con la misma fe que teníamos en que todo sería perfecto después de parir, nos reseteamos a la hora de encontrar escuela: volvemos a creer en el lugar perfecto para nuestros hijos. Nos espera, claro, otra gran desilusión. Como esa que tuvimos cuando descubrimos que con la democracia no se come ni se cura ni se educa", acota Rodríguez.
¿El humor funciona como una herramienta para "amortiguar" el impacto de las "verdades" o constataciones que circulan por el libro? "El humor funciona y punto. Nos parece que es el mejor recurso para parodiar la literatura sobre crianza y maternidad. No parece ser un amortiguador. De hecho, a veces es más provocador que las verdades que intentamos desarmar", sostiene con firmeza Beck.
En una sociedad tan exigente como intolerante que se complace en adoctrinar a las madres o en vías de serlo- con recetas y consejos improbables para ejercer el rol, la escuela se posiciona en paralelo a las metas pedagógicas como un centro precoz de entrenamiento en temáticas que la vida adulta volverá cotidianas: puede darse de manera aislada o articulada, pero lo cierto es que a lo largo de la vida escolar, todo chico tendrá contacto seguro con algún episodio de agresión, instransigencia o discriminación.
"Nuestros hijos están más grandes y escolarizados. Y nuestro trabajo más precarizado, así que este libro salió con el ánimo de un par de madres sobreocupadas y con muchas obligaciones"
Con un tono socarrón que no aliviana la crudeza del diagnóstico, Beck y Rodríguez insisten varias veces en que se trata de "una sociedad de mierda" que no deja margen para el libre albedrío: "No hay manera de ahorrarles la socialización a nuestros hijos. Y una de esas grandes verdades desarmadas en estos años tiene que ver con la resignación (en general, imposible) de que no hay madres perfectas, ni hijos perfectos, ni escuelas perfectas. Mucho menos, sociedades perfectas", aseguran.
"Y en ese sentido, nos hemos dado cuenta (hola, Einstein) de que no podemos evitarles el sufrimiento. Tal vez durante los años de educación inicial podamos reducir el impacto, pero en la primaria es inevitable. A veces, cuando antes mejor, ¿no? Como la depilación, que tire y ya", ironizan.
Como en las anteriores entregas de esta saga humorística, Beck y Rodríguez se divierten desmontando estereotipos -acerca de la condición materna pero también de las instituciones- y relativizando la eficacia de ciertos ideales y convicciones relacionados con todo lo que una mujer pone en juego cuando elige una escuela para sus hijos.
En esta mirada donde confluye el oficio periodístico con esa elocuencia que sólo otorga el saber empírico -las dos son madres y suman anécdotas de a docenas sobre las dificultades para conciliar ese rol con las exigencias de un mundo laboral cada vez más precarizado- la elección de un modelo educativo funciona como una excusa para plantear la distancia a veces abismal entre las aspiraciones y las posibilidades.
Así, a menudo la realidad se impone por goleada al deseo: por cuestiones de logística se uniforma entonces la elección de un colegio aún cuando haya hijos con demandas e intereses muy diferentes y en definitiva uno no termina eligiendo un proyecto educativo para sus hijos "sino que se da a la inversa".
"Por más omnipotentes, sobreprotectoras y buenas madres que seamos, nada garantiza que la experiencia escolar y la elección de la institución cumpla con las expectativas (esas cosas que, como nos gusta describir, nos pertenecen y solemos depositar en nuestros hijos porque no tenemos un lugar mejor donde ponerlas). (Casi) siempre las defrauda. Por el azar y por nuestra ilusión de que nada de eso va a ocurrir", anticipa Rodríguez.
"Pareciera ser que la sensación es esa, que la escuela no alcanza. No es suficiente. Y claro, eso seguramente tiene que ver con la crisis de la institución en sí, con cierto deterioro, pero también con un entorno que se percibe como excluyente: el miedo a que el chico no encaje en la escuela, no se inserte, no se adapte... es el miedo a que esté excluido en el futuro, claro", analiza Beck.
"La escolarización promedio hoy es percibida como insuficiente para enfrentar un mundo tan complejo, exigente, excluyente. No estamos diciendo que sea necesariamente así, pero digamos que es una 'sensación'", amplía la periodista.
¿Sienten, como sostienen las creadoras del blog/libro "Según Roxi" que vivimos en una comunidad "que no te da nada pero ama enseñarles a las madres cómo tienen que criar a sus hijos"? ¿Las madres son especialmente cuestionadas por el afuera -acaso por resabios machistas- o vivimos en una sociedad que suele impugnar al otro, más allá de su condición?
"No queremos pecar de pedantes pero lo dijimos antes que 'Según Roxi'. La Guía Inútil 1 nació como necesidad de respuesta a los discursos sobre el deber ser de la maternidad. Y sí, creemos que las madres son muy cuestionadas y que cualquier cosa que ocurra con la criatura es por culpa nuestra. Esta idea está presente en los tres libros. La sociedad (o mejor, los discursos dominantes) impugna a las mujeres, en general, y a las madres, en particular", sentencian.
Sobre el final, en un capítulo titulado "La pifiamos", las periodistas hablan de los motivos por los cuales una elección largamente premeditada puede devenir tremendo error de cálculo. Dicho de otro modo, cómo la escuela elegida tras un frenético trabajo de campo que incluyó docenas de entrevistas, cotejo de testimonios y un relevamiento de espacios propio de un perito forense, de repente se convierte en un fiasco absoluto.
"Intentamos transmitirlo a lo largo del libro y es uno de los pocos 'consejos' que damos. La idea es que el pibe esté bien. Los contenidos, en general, son lo de menos. Si lee, escribe, suma y resta más o menos bien… el resto es sarasa. Entonces, sobre la pregunta qué es decisivo para un cambio, la respuesta sería: que el pibe esté mal", concluyen las autoras de esta saga que, conforme al crecimiento de sus hijos, seguramente volverán a testimoniar nuevos contratiempos en el difícil oficio de la maternidad.
Fuente: Télam