Los dueños de las tradicionales casas de revelado de fotografía deberían haber cortado las calles más importantes de Argentina no bien salió la primera cámara digital.
Los propietarios de disquerías tendrían que haberse manifestado desde el mismo momento en que los melómanos comenzaron a grabar casetes TDK con música de la radio, los cuales evolucionaron en CD truchos para más tarde convertirse en música bajada de internet y hoy en servicios de streaming.
Los cartógrafos podrían emboscar a los inventores del GPS y darles una golpiza.
Hay que indemnizar a los fabricantes de máquinas de escribir contando desde el momento en que salió la primera computadora que, para colmo, les copió el teclado QWERTY.
Los imprenteros, por si no lo saben, tienen dos objetivos claros en caso de que quieran iniciar una guerrilla: el primero es boicotear la facturación electrónica, luego tendrían que planear el modo de destruir todas las impresoras domésticas, casa por casa.
Los propietarios de salones de videojuegos arcade, donde se jugaba al Pacman, al Galaxian o al Doble Dragón tuvieron la oportunidad de demonizar la consola Family Game y tal vez habrían logrado que la Playstation nunca existiera. Ahora es tarde.
Las pymes que filman casamientos y cumpleaños de 15 deberían exigir una ley para que nadie saque su teléfono en una fiesta y filme un pedacito del evento o tome una foto. Y las selfies deberían estar prohibidas. Por extensión, la misma suerte deberían correr los bastones para este fin. Es más, quienes se dedican a este rubro jamás deberían haber renunciado al VHS ni permitir esa monstruosidad llamada HD.
Los carteros deberían resucitar a Ray Tomlinson -inventor del correo electrónico- y matarlo de nuevo. Pues gracias a él mucha más gente ahorra tiempo y dinero, pero no escribe cartas, y esto los perjudicó. Y ya que estamos, que maten a Mark Zuckerberg y a Bill Gates.
Los dueños de los canales de televisión por aire y cable deberían pegarle un coscorrón a cada uno que se compre una tablet, no vaya a ser cosa que terminen viendo series y películas en Netflix, Fox life o el modesto y nacional Odeón a la hora que les convenga, el día que les plazca y con buena calidad.
Los vendedores de linternas en las inmediaciones del Hospital Central podrían exigir el fin de las aplicaciones que permiten usar el flash de los teléfonos celulares para iluminar.
Habría que prohibir también que los smartphones tengan reloj, si no ¿de qué van a vivir los suizos?
Basta de ecografías, resonancias magnéticas o PET. Quedémonos con la vieja y querida radiografía. Ni hablar de operaciones laparoscópicas cuando podemos realizar cirugías absolutamente invasivas, más dolorosas y que llevan más tiempo de recuperación.
Los cajeros de supermercado deberían seguir tipeando un teclado numérico para ingresar los precios de cada producto ¿qué es esa abominación llamada lector de código de barras que optimiza el tiempo de ellos y de los clientes?
Siguiendo los criterios planteados Uber no tiene que entrar en Argentina. Es más, tendría que haber una aplicación que identifique los teléfonos en que se haya bajado esa App y los inutilice. Total el servicio de taxi y el del transporte público en general es malo, escaso y caro, justo lo que la gente necesita.
¿Cuál es el problema con Uber? ¿Que no le exigen la verificación técnica vehicular? ¿Alguien confía 100% en esta verificación? Mejor no profundizar mucho en este negocio, perdón, quise decir tema.
¿Cuál es el inconveniente? ¿Que los choferes no tienen licencia de conducir profesional? ¿Que la cobertura de seguro no es la misma que la de los taxi? ¿Que no pagan las fortunas pagar por las licencias los propietarios de taxi? ¿Que los conductores no ponen mala cara porque al poder pagar con tarjeta no hay que preocuparse por el cambio? ¿Que es más barato? ¿Que el sistema podría ser más inseguro para el pasajero? ¿Que Uber es más rápido?
En cualquier caso serán los usuarios los que elijan.