Todavía nos queda mucho por aprender para cuidar a los animales

Por UNO

Por Marcela Furlano - [email protected]Es alentador ver, en la mañana del 25 de diciembre, que en general las cifras de heridos por pirotecnia desciende una vez más con respecto al año anterior. De todos modos, en Navidad, a las 0, cuando el reloj marcaba el inicio de las nostalgias y los festejos, me decepcionó mucho escuchar los estruendos que se replicaron como ecos durante toda la noche.

También se reiteran en los días previos –en algunos hay una impaciencia hasta de semanas– y posteriores a las Fiestas los pedidos y recompensas por las mascotas que se pierden. Vemos sus fotos, sabemos que muchas veces hay niños que los esperan y que, en muchos ocasiones, el reencuentro será un sueño imposible.

Humanidad a prueba

Nuestra legislación y la misma ciudadanía han avanzado en la protección de los derechos de los animales, aunque muchas veces se peque de cierto fanatismo. Se condena la agresión a los animales con una violencia que no se condice con nuestra humano raciocinio. 

Como he dicho en otras ocasiones, no pocos estudios han comprobado el correlato que existe entre una persona que disfruta lastimar a los animales y una posterior conducta criminal hacia los humanos. Las mascotas –propias y ajenas– se convierten en una suerte de perversa iniciación en la crueldad.

Estados Unidos, que tiene una de la peores historias en el mundo en cuanto a asesinos seriales, por eso tiene una de las más punitivas leyes proteccionistas. Los diferentes Estados tienen divergencias con respecto a las penalizaciones, pero por ejemplo en Nueva York se multa con 1.000 dólares o con un año de prisión la tortura, maltrato, muerte o no alimentar lo suficiente a un animal. La multa puede ascender a 5.000 dólares y cinco años de cárcel si el maltrato incluye actos sádicos. Los organismos estatales que protegen los derechos animales tienen poder de policía para ingresar a un hogar y constatar el bienestar de las mascotas. Son pasos enormes en favor de los animales, pero también una medida que intenta detectar precozmente a futuros asesinos en serie, ya que estos antecedentes quedan registrados.

Nosotros estamos lejos de esa realidad en todo sentido. No le envidio en absoluto al país del Norte sus historias criminales, pero sí el rigor de su ley proteccionista, que también impide que otros ciudadanos se sientan con derecho de hacer justicia por mano propia. Para eso ya está la letra de la ley y su cumplimiento.

Nosotros hemos avanzado mucho, insisto, pero nos queda el cambio cultural, ese que naturaliza las conductas positivas y que es el más difícil de alcanzar. Un cambio que se traduciría en que no utilicemos más pirotecnia para los festejos, que dejemos de pensar en lo que nos gusta hacer en unos minutos de festejo para pensar en el dolor que esa breve diversión puede traerle a los animales y a las personas.

Que insistamos en una mejor y más estricta ley que sancione a los que lastiman, abandonan, torturan o matan a un animal, para dejar para siempre las prácticas que terminan pidiendo la cabeza del agresor, en una espiral de violencia que no se detiene.

Que quienes amen y elijan compartir su vida con mascotas sean responsables. Que no los consuman como si de fast food se tratase, comprando el perro de moda o un animal exótico, los animales no son accesorios. Son seres que requieren nuestros cuidados y una enorme dosis de responsabilidad, porque cuando agreden a otras personas muchas veces el dueño ni siquiera se hace cargo de los gastos médicos que deriven del ataque. Ni qué hablar cuando son animales marcadamente agresivos, que deberían ser mucho más vigilados por sus dueños.

Mejores leyes y mejores cumplimientos. Quizás esto cuente como uno de mis deseos para el 2016.

*La autora es periodista y trabaja en la redacción de Diario UNO y en radio Nihuil.