Por primera vez, el senador y presidente de la UCR admite que puede competir con Alfonsín y Cobos, quienes no terminan de consolidar sus candidaturas.

Sanz, en la carrera presidencial

Por UNO

Una clave esencial de la política argentina es saber qué hará la oposición, tanto en el día a díacomo en su proyección hacia las elecciones del próximo año.

Y dentro de este panorama de gran expectativa, pero también de gran confusión, a Mendoza le

interesa, de manera particular, la situación del radicalismo.

Esta fuerza política resultó, en efecto, la holgada triunfadora en los comicios de 2009, lo

que la sigue proyectando, pese a sus infinitas torpezas de funcionamiento, como la favorita para

alzarse con el poder provincial en 2011.

Además, la UCR local ostenta entre sus filas al vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, aún

un presidenciable en carrera, y al jefe nacional del partido, Ernesto Sanz.

Es decir, que buena parte de la oferta opositora para alzarse como alternativa al

kirchnerismo tiene su núcleo duro en Mendoza.

Si los radicales vernáculos lograran superar el infantilismo que hoy los atonta, si pudieran

salir del jardín de infantes donde están jugando a la nada y tomaran conciencia de la

responsabilidad político-institucional que les cabe hoy en la vida del país y de la provincia, otro

sería el cantar.

Pero sería como pedirle peras al olmo.

"La madurez lo es todo", enseña Harold Bloom, pensando en el hombre que necesita construir su

identidad.

Pues bien, los radicales mendocinos tendrán otro motivo, muy potente, que los impulse a

crecer de golpe: el senador Sanz ha decidido subirse a la candidatura presidencial.

Un rotundo cambio de postura

Dos presidenciables mendocinos, Cobos y Sanz. Menudo capital. Y menuda tarea.

¿Les renovará las excusas para pelearse aún más de lo que se pelean en este momento?

¿O los hará entrar en razones a los radicales, desactivando las ruindades y tacañerías

individuales en beneficio del conjunto? ¿En beneficio de la causa?

Antes de adentrarse en la eventual respuesta, conviene saber por qué Sanz se ha puesto, él

también, en la grilla de largada, aunque la pole position siga estando a manos de Ricardo Alfonsín

o de Julio Cobos.

Sanz, hasta hace poco, blandía un argumento inmodificable: "Soy el presidente de la UCR. Si

me meto a competir por la candidatura dejaría de cumplir cabalmente mi tarea partidaria. Perdería

la confianza de mis correligionarios. Voy a trabajar, con firmeza, en beneficio de Alfonsín y de

Cobos. Y que llegue el mejor de ellos".

Palabras más, palabras menos, ese era el centro de su discurso, que él repitió, incluso, al

arriba firmemente y que fue motivo de esta misma columna meses atrás.

¿Qué cambió? ¿Cuál fue el giro rotundo que lo llevó a desdecirse?

Que las candidaturas de Alfonsín y de Cobos no terminan de arrancar. No terminan de generar

confianza, ni en el establishment ni en vastos sectores de la población. No enamoran.

Fue al convencerse de los riesgos que entrañaba este proceso en curso, agudizado por la

muerte de Néstor Kirchner, que Sanz empezó a lanzar señales, desde la lejanía, en otra dirección.

Una de ellas fue la entrevista que le concedió a la periodista de Clarín, María Laura

Avignolo, en un restorán de St. Germain de Pres, en París, mientras asistía a la Internacional

Socialista.

Cuando le preguntaron: "¿El candidato puede ser usted?", respondió: "No sé si yo o quien sea".

O sea, dejó la pelota picando. Dejó la puerta abierta.

El viernes, otros medios porteños, como El Cronista, reiteraban este concepto en su boca: "No

me he postulado ni estoy actuando como candidato presidencial. Soy el presidente de la UCR, pero

tampoco estoy para decirles que no a todos los que reclaman mi candidatura".

"No tenía opción"

¿Cuáles es el mayor peligro que Sanz advirtió en el horizonte político de su partido?

Que se está produciendo una fuga.

Sobre todo desde la desaparición de Cobos del escenario, golpeado por la muerte de Kirchner y

su consecuente descenso en las encuestas.

"El problema es que Alfonsín les habla sólo a los radicales. Y Cobos está borrado. Por lo

tanto, adentro del partido va a haber un achanchamiento. Y, afuera, una fuga. Ernesto no tenía

opción", resume uno de sus allegados.

El papelón que viene de pasar la oposición en Diputados, con las pobres denuncias de coimas

en torno al debate del Presupuesto, confirmaron la endeblez de los referentes, su falta de nervio y

de habilidad como conductores.

"Me hago cargo", dice Sanz, sin sacarse la espina del pecho.

La amenaza, entonces, que hace Sanz de lanzarse como candidato puede entenderse como una

regeneración de expectativas, como un "operativo de contención".

¿La vida lo besará en la boca?

Apenas llegado de París, Sanz suspira por el desafío que tiene enfrente y, con los ojos hacia

el cielo, dice, parafraseando a Serrat: "A algunos la vida los besó en la boca una noche".

Cobos tuvo ese beso con el voto no positivo. Alfonsín, con la muerte de su padre.

Él todavía no recibe ese regalo.

Por ende, su mayor contra es la impopularidad que rodea a su figura, su falta de

conocimiento.

"No tengo la fórmula para revertirlo en un santiamén. Ni recursos para contratar a Dick

Morris o a Jaime Durán Barba", se sincera.

Le queda un único camino: trabajar con denuedo en el Senado y en el partido. Con una firme

convicción: la candidatura a presidente debe resolverse, a más tardar, en marzo.

Conocedor del paño, entiende que no se puede mantener la competitividad de la UCR durante un

año de internismo caníbal: "Hay mucha dirigencia con una actitud adolescente".

Además, siente la urgente necesidad de enviarles señales claras a sus principales socios del

socialismo, de la Coalición Cívica y del GEN de Margarita Stolbizer.

Necesita apostar muy fuerte porque está en juego su propia autoridad como jefe partidario.

¿Madurarán los radicales?

Sanz, por último, se niega a ir a placé el año venidero. "Hay probabilidades de alcanzar la

presidencia. Totalmente. Tenemos vocación de poder", desafía.

En Mendoza pasan por problemas similares o peores. Porque, teniendo todas las de ganar, la

crisis de autoridad es de enorme gravedad. Cada uno está en la suya.

El recuerdo de las anteriores elecciones a gobernador que se perdieron por el divisionismo es

un recuerdo demasiado cruel.

Pero Sanz, por paradójico que suene, aquí no puede hacer nada: "Mendoza es la única provincia

en donde soy uno más del pelotón".

¿Cambiarán a tiempo los radicales mendocinos? ¿Madurarán?

Quizá no quieran.

Quizá hayan hecho suyas las palabras que desgrana el narrador de la última novela de Clarice

Lispector: "Las cosas de alguna manera estaban tan bien que podían ponerse feas porque lo que

madura por completo puede pudrirse".

Quizá no quieran madurar, quieran seguir manteniéndose jóvenes y lozanos. Infantiles.