Escoleosis, la columna torcida de Ariel Robert
Escoleosis, la columna torcida de Ariel Robert
Llega mañana a Mendoza, o quizás ya está aquí pero recién mañana se hará ver. Es recomendable tomar algunas precauciones antes de ir a visitarlo. Si bien aún no se descubre el antídoto para impedir las consecuencias de su picadura, ni vacuna que evite lo que produce su mordedura, se sugiere acercarse a una distancia prudente y principalmente, ir desprovisto de todo el cúmulo de historias que se han tejido sobre su persona. Toda descripción previa, todo antecedente aportado por Hollywood pueden perturbar la visión. Es cuestión de atreverse y verlo. Luego, masticarlo con la mirada sin demasiados pestañeos, saborearlo y asimilarlo. Es tan peligroso como nutritivo. Hay quienes sostienen que él mismo hizo posible que nosotros empezáramos a ver, otros creen que fue él quien le puso color a nuestras miradas. Se ha dicho mucho, tal vez demasiado sobre su obra, y asimismo toda esa literatura, todas las explicaciones, las más de 30 biografías, no alcanzan. Si es que tenemos alguna aspiración visual, alguna inquietud artística, o si acaso preservamos un resquicio de sensibilidad, es imprescindible respirar profundo, abandonar los prejuicios y sumergirse en la experiencia. Difícilmente regrese.
Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso. Abreviando, Pablo Picasso. 160 obras de él en el Museo de Arte Moderno en la Plaza Independencia.
Hasta que decidió desaparecer físicamente a los 91 años, vivió con una intensidad sorprendente. Tuvo más mujeres que nombres y años. Consiguió una fortuna incalculable. Fue el gran seductor del siglo XX, a pesar de su aspecto. El mismo Picasso decía que lo único que le faltaba era… centímetros de altura.
Nació en Málaga pero universalizó la pintura como nadie. Rompió todos los códigos, los estándares y los clichés, no sólo de las artes plásticas sino de la manera en que el mundo miraba al mundo. Suscribió el surrealismo con Bretón, inventó –verbo que pocas veces es digno de utilizarse- inventó, decía, junto a Braque el cubismo. El mismo decía que la única opción para crear una auténtica obra de arte era desde la destrucción de lo consabido.
Incansable. Irascible. Prepotente. Soberbio. Profuso. Dúctil. Egocéntrico. Todos estos y muchos otros adjetivos le caben. Seguramente en proporción a todo lo que hizo.
Pasó por todo tipo de circunstancias. Desde ser un hijo prodigio , cuidado, amado y admirado por su padres, hasta ser un millonario odiado por las muchas amantes que quedaron abandonas en la piel y eternizadas en las telas. Así como en lo plástico atravesó la época azul, el cubismo, el neoclasicismo, el collage, en su vida amorosa y social, también. Hambre y fortuna.
Alguna vez le preguntaron si aún profesaba el ateísmo y respondió que de ninguna manera, que era imposible que él no creyera en el mismo. Pero esa muestra de vanidad y las muchas andanzas, historias, peleas y desencuentros, no ensombrecen sino quizás explican a quien fue el artista plástico más lúcido, rebelde y a la vez profundo del siglo 20.
Tan potente su persona y su obra que soporta inclusive las diatribas más injustas. Para ilustrar esto que sostengo, basta como dato que en 1996 se hizo una importante inversión en un largometraje. “Sobrevivir a Picasso” se llamó la película en la que Anthony Hopkins lo interpretó. En esa película, no se muestra ni una sola obra del autor, sino cuadros de un pintor que lo imitaba. En esa historia, tanto como en la biografía de la famosa periodista Arianna Huffington, demonizan a Picasso como un depredador de personas y afectos, algo que no me atrevo a discutir, aunque prefiero, antes que la pacata hipocresía, ser devorado por la vehemencia de cualquiera de sus obras.
Y no soy original en mi elección, me someto a uno de los pensamientos de este genio inigualable que sentenció: El arte es eliminar lo innecesario. Amén.