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Aníbal Fernández juró que no tocará dinero de las provincias para subsidiar el fútbol.

Por lo menos que mantengan el césped de las canchas bien cuidado

Por UNO

Si uno piensa que gracias a los generosos y nunca perentorios superpoderes, que le permiten al Jefede Gabinete de la Nación hacer piruetas con la guita de todos destinándola a fines distintos para

los que estaba prevista en el presupuesto, se giraron más de 144 millones de pesos al programa "

Fútbol para Todos" se imagina que, al menos, sea un retoque o un redestino de partida dentro de la

caja de dinero que el Estado prevé –de manera legítima y necesaria- cada año a las cuestiones que

tienen que ver con el deporte y el estímulo a su práctica.

Bueno, olvídese de esa idea que es demasiado lógica como para ser argentina. Esos

$144.209.091 que fueron para sanear el déficit del fútbol se restarán a los fondos previstos para

los planes contra incendios, conservación de suelos y preservación de bosques. O sea, a la materia

medioambiental, una cuestión en la que nuestro país –o al menos nuestro gobierno- no es de lo más

consecuente con las ideas de protección y cuidado que imponen los tiempos que corren.

No vamos a ser malpensados del todo y le vamos a dar un changüí a Aníbal. Capaz que cuando

Fernández pensó en la partida que tocaría para mandársela al deporte que todos amamos en la

Argentina pensó en el césped de cada una de las canchas. Quizá, dijo, el fútbol se juega en

canchas, las canchas tienen césped, el césped es una hierba, la hierba sale de la tierra, la tierra

es medio ambiente. ¡Eureka!

Cuando se sintió acorralado por las críticas, Aníbal Fernández salió a jurar que no se

tocaría ningún dinero de las provincias y que, como la culpa siempre la tenemos los periodistas, se

trataba de interpretaciones malintencionadas. Dijo que ese giro se había tratado de una simple

cuestión técnica y que la partida sería "reasignada" al lugar del cual nunca debió salir. Bien por

el periodismo que para eso sirve: contar las cosas que pasan. Al menos un funcionario desandó su

camino y volvió atrás en una decisión que prometía terminar en escándalo.

En realidad se le había metido mano a una partida que si seguía su curso natural hubiese

terminado en manos de las provincias y los municipios para que estos a su vez la destinaran a temas

afines con el medio ambiente.

Alguna vez en esta misma columna se analizó pormenorizadamente la cuestión del 'fútbol

estatal' y hasta se elogió en cierta manera el acuerdo alcanzado entre la Asociación del Fútbol

Argentino y el Estado nacional por su interesante impacto en la vida de los clubes deportivos que

muchas veces deben hacer delicados equilibrios financieros para mantenerse en pie. Sobre todo los

clubes más pequeños.

El fútbol es, en definitiva, un deporte popular de alta relevancia social y cultural. La

protección y la promoción del mismo deben ser reconocidas. Ahora, el hecho de que a través de la

uña todopoderosa de un funcionario que de manera arbitraria redestina dineros que originariamente

mediante una ley de presupuesto el Congreso aprobó fueran para un fin y terminan en otro, hace que

nos obliguemos a poner sobre el tapete nuevamente, y cada vez que sea necesario, la cuestión de los

superpoderes, una herramienta discrecional y muchas veces dañina que han utilizado todos los

gobiernos en los últimos 20 años.

Todos, radicales, peronistas, aliancistas y concertadores. Todos, también, prometieron

terminar con ese arbitrio "cuando pase la crisis", que nunca pasa.