Los gestos de generosidad con la descendencia pueden transformase en pesadillas. Consejos sobre cómo y cuánto ayudar.

Mi hijo el millonario, en cómodas 96 cuotas

Por UNO

Muchas de las familias que actualmente han logrado un cierto bienestar económico seguramente handemostrado en su vida una habilidad considerable para acumular riqueza. Si bien muchos son frugales

respecto a su propio consumo y estilo de vida, no lo son tanto cuando se trata de "gestos de

generosidad" con sus hijos y nietos.

Estos padres se sienten impulsados, obligados incluso y con culpa por ser parte de una

cultura mayormente judeo-cristiana, a dar apoyo económico a sus hijos adultos y sus familias. Ellos

llegan a la conclusión de que sus hijos adultos no podrían mantener un estilo de vida de clase

media alta y alto consumo si no fueran subsidiados. En consecuencia, un número cada vez mayor de

familias a cuya cabeza se encuentran hijos de personas adineradas desempeñan el papel de

integrantes exitosos de la clase media alta productora de altos ingresos. Sin embargo, su estilo de

vida es pura fachada. Estos hijos son consumidores de altos volúmenes de productos y servicios de

nivel, desde sus casas coloniales tradicionales en barrios elegantes hasta sus autos de lujo, que

en muchos casos son importados. Desde los clubes hasta los colegios privados que eligen para sus

hijos son una prueba viviente de una simple regla respecto del dinero: es mucho más fácil gastar la

plata de otro que el dinero generado por uno mismo.

Por ejemplo, los padres en general subsidian a los hijos para la compra de una casa.

Intentan, quizá, ayudar a sus hijos a "empezar con el pie derecho". Los padres suponen que dichos

regalos son un fenómeno de una vez en la vida. Pero los receptores de regalos a menudo no son

buenos para generar ingresos. En muchísimos casos, el ingreso del receptor de regalos no aumenta al

mismo ritmo que su consumo. Porque vivir en barrios caros requiere mucho más que pagar las

expensas. Para ajustarse a ellos hay que "representar el papel" en términos de ropa, autos. Por lo

tanto, este regalo inicial puede hacer entrar al receptor en un circuito de consumo y de

dependencia continua del donante. Su orientación puede incluso pasar de centrarse en el logro

económico autogenerado a la esperanza y la perspectiva de la llegada de más regalos. Visto desde el

lado del receptor de regalos, si sus padres pagan la educación de sus hijos por U$S12.000 anuales

en escuelas privadas, suponiendo una renta de 10%, el hijo considera que tiene U$S120.000 ahorrados

de capital que en realidad no le pertenecen.

¿Qué puede hacer un padre preocupado por el futuro de sus hijos para no convertirse en un "

eterno Papá Noel"? Si al cumplir 18 años sus hijos los padres le abren una cuenta de inversión y

depositan U$S100 por mes hasta los 26 años (o sea, un total de 96 cuotas de U$S100 que representan

un total de U$S9.600) y a partir de allí dejan ese capital hasta los 50 años, con un rendimiento

anual esperado de 10%, a los 50 años ese hijo se encontrará con U$S143.000 y si espera hasta los 65

años, se encontrará con U$S600.000. Esta es una solución al alcance de la cartera de la dama y el

bolsillo del caballero, porque permite asegurar el futuro de los hijos y nietos, pagándolo en

cómodas cuotas y sin generarles a los receptores de este dinero un gran perjuicio.

De todos modos, usted se estará haciendo la pregunta obligada: ¿malcriaré a mis hijos si les

regalo dinero en efectivo? Piense que cuanto más dinero reciben sus hijos adultos, menos acumulan,

mientras que los que reciben menos dinero acumulan más. Regalarle a un hijo "dinero virtual", que

no se puede utilizar hasta determinada edad como en el ejemplo que presenté, podría al menos

resultar en un "malcriado millonario".