"Escoleosis", la columna torcida de Ariel Robert
"Escoleosis", la columna torcida de Ariel Robert
Algo nos pasa. Asumieron los legisladores mendocinos para el nuevo período y sólo he leído y escuché comentarios que atentan contra la esperanza.
Una contradicción. Los lugares en las bancas serán ocupados por personas con nombres y apellidos que figuraban en las boletas, sábanas aún, pero escritos con una caligrafía comprensible. O sea, mal podemos ahora, electores, lectores, periodistas, dirigentes y dirigidos, sorprendernos y mucho menos, lamentarnos. Con esto no pretendo conculcar ni disminuir la bendita libertad de expresión, por el contrario, la celebro haciendo pública mi sorpresa. O existe una amnesia colectiva o somos menos serios de lo que le exigimos a esos mismos legisladores. Seis meses atrás, depositábamos adentro de la urna de cartón esa papeleta que contenía estos nombres. No llovieron senadores y diputados provinciales en la esquina de Sarmiento y Patricias Mendocinas, nosotros los ubicamos ahí.
Obviamente, no todos elegimos a todos. Es un sistema de consensos y preferencias. Absurdo sería a esta altura del almanaque explicar cómo se consagra un sistema representativo, sin embargo, por las dudas, dudamos, ó peor aún, sospechamos y denostamos a nuestros representantes. Sí, representantes, por más vanidades y veleidades morales e intelectuales que tengamos, ellos deberán interpretar nuestros intereses y canalizar nuestras inquietudes para satisfacer las expectativas sociales en relación al Estado.
No podemos comparar la calidad de esta composición legislativa con las anteriores, me dijo un encumbrado colega. En realidad sí que podemos, pero sepamos que es un ejercicio que deberíamos hacer antes, ó sea, cuando elegimos, no ahora.
Consideremos que, aunque pretendamos acudir al viejo recurso de sostener que todo pasado fue mejor, eso es fáctica, empírica y científicamente falso. Si acaso tenemos esa percepción, hay grandes probabilidades de que la nostalgia nos haya atrapado. Y la nostalgia no es una virtud, es una enfermedad. Técnicamente, algos es dolor, y nostos, regreso. La nostalgia es un padecimiento por la incapacidad de retornar en el tiempo.
La tendencia a retratar el pasado como algo superior al presente provoca una degradación sobre el futuro. Ejemplos abundan. Me valgo de la efemérides de hoy para contrastar esa bucólica imagen que solemos elaborar sobre el pretérito. Hoy se celebra el día internacional del libro, objeto al que muchos amamos y muchos otros respetan con tanta delicadeza que no se atreven a tocarlos y menos aún a abrirlos y leerolos. A pesar de esto, el volumen de lectura es significativamente más intenso que una década atrás y lo más alentador, son muchos más los que tienen acceso a la lectura. Además de los nuevos soportes, de la tecnología, de la gratuidad y de la profusión de textos, los niveles de alfabetización alcanzados son más que halagüeños. En números, Argentina tiene una tasa de analfabetismo del 1,9%, no es lo óptimo, pero se aproxima.
Papiros, pergaminos, plantillas de arcillas, xilografía, tipos móviles, plomo, offset, digitalización. El tránsito del libro acompañando a la historia de la humanidad probó por caminos muy diversos. El pretexto elegido para instituir el día internacional del libro es la fecha de muerte de dos de los máximos exponentes de las lenguas castellana e inglesa, Miguel de Cervantes y Shakespeare, acto que revela como pocos la corrupción histórica: ninguno de los dos murió un 23 de abril, tema de alguna otra columna. Y a la vez, esconde la razón profunda de instaurar esta fecha. La idea madre fue darle soporte legal de manera global al derecho de autor. Sin dudas, el debate que más interés despierta en la actualidad y despertará en los próximos años.
Volviendo al origen de la reflexión de hoy, no pretendo propiciar un optimismo idiota y mucho menos una posición acrítica o adulatoria sobre los flamantes y no tan flamantes congresales mendocinos, sino concederles la oportunidad que nosotros mismos les conferimos. Si acaso mañana nos sentimos frustrados por sus pobres desempeños, deberemos aprender a leer mejor antes de elegir, y pensemos en reemplazar la constitución por un infinito libro de quejas.