Balance. Opaco, magro, paupérrimo son adjetivos que calzan con justicia en el resultado de la actividad legislativa provincial. Cuando son los parlamentarios los que admiten que su labor ha sido peor que la del año anterior, está todo dicho

Los legisladores deberían dejar de presentar nimiedades, al menos 2 años

Por UNO

Así comenzó la periodista de la sección política de Diario UNO Paola Alé su nota el domingo pasado: “En algo coinciden oficialismo y oposición en la Legislatura: el 2013 no fue un año para el recuerdo. A excepción de la aprobación de la Reforma Política y más allá de la puesta en vigencia de las elecciones primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) a nivel provincial, el trabajo del Parlamento fue bastante opaco”.

Opaco, magro, paupérrimo, adjetivos que desde hace años calzan con justicia en el resultado de la actividad legislativa local.

Basta que cualquier ciudadano indague sobre los proyectos presentados o votados, sea por senadores o diputados, para que comience a aflorar un festín de nimiedades que demandan horas y recursos físicos y/o humanos que deberían estar redireccionados hacia otros menesteres.

“En la Argentina, hay que dejar de robar por lo menos dos años”. La sentencia fue pronunciada por Luis Barrionuevo, a quien el escritor y periodista Miguel Bonasso describió alguna vez como “el dirigente que ha transitado por la vida sindical y política eludiendo con éxito esa molesta institución que es el Código Penal”.

Pero más allá del personaje que la acuñó, la frase ha trascendido en el tiempo y es emulada –siempre con ironía– para describir decenas de situaciones que se viven en el país.

Copio la idea y propongo: “En Mendoza hay que dejar de presentar proyectos de declaración o de resolución, por lo menos, por dos años”. Es que esos escritos –en su mayoría– suelen herir el intelecto.

Excepto aquellos que postulan reconocer personalidades con méritos irrefutables, o emprendimientos que arrancan aplausos de pie, el resto es de una inconsistencia soberana.

Como contrapartida, son decenas las leyes que de aprobarse mejorarían la rutina de la población o contribuirían al mejor funcionamiento del Estado.

Consultados por Alé, los legisladores ofrecieron las respuestas de manual. Los oficialistas acusan a la oposición y señalan como los malos de la película a aquellos que le responden al intendente de Godoy Cruz, Alfredo Cornejo. “Son inflexibles a la hora de debatir”, justifican.

En la vereda contraria, para los opositores, la parálisis legislativa lleva la tutela del Gobierno.

“El PJ tiene mayoría en todas las comisiones, que es donde comienzan a discutirse las normas. Pueden sacar los despachos si se lo proponen, al menos para que lleguen al recinto”.

No hay parámetros certeros para medir la productividad legislativa. Por ejemplo, el semanario Parlamentario.com publica el ranking de los legisladores nacionales según la cantidad de palabras que pronuncian en el recinto. Ya que el Congreso es el ámbito de debate de los partidos por antonomasia, no está mal concluir que si un parlamentario dice poco, es porque aporta poco.

Cuando los que investigan son periodistas, la tendencia es evaluar el desempeño según la cantidad de proyectos de ley presentados y por la envergadura y aplicabilidad de estos. En ninguno de los casos, hay método ni ciencia.

Pero cuando son los mismos legisladores los que admiten que su labor ha sido “peor” (o “aún peor”, diría yo) en cantidad y calidad que la del período anterior, no hace falta más nada. Está todo dicho.

*La autora es jefa de Noticias de Diario UNO.En Twitter: @paolapiquer