Los católicos celebran este viernes a San León Magno, Papa y doctor de la Iglesia

Por UNO

Los católicos celebran este viernes a San León Magno, Papa y doctor de la Iglesia quien fue el pontífice más importante del siglo IV.

Tuvo que luchar fuertemente contra dos clases de enemigos: los externos que querían invadir y destruir a Roma y los internos que trataban de engañar a los católicos con errores y herejías.

Nació en Toscana, Italia; recibió una esmerada educación y hablaba muy correctamente el idioma nacional que era el latín.

Llegó a ser secretario del Papa San Celestino y de Sixto III, y fue enviado por éste como embajador a Francia a tratar de evitar una guerra civil que iba a estallar por la pelea entre dos generales.

Estando por allá le llegó la noticia de que había sido nombrado Sumo Pontífice en el año 440, resaltó la agencia Aci Prensa en su biografía.

Desde el principio de su pontificado dio muestra de poseer grandes cualidades para ese oficio; predicaba al pueblo en todas las fiestas y de él se conservan 96 sermones, que son verdaderas joyas de doctrina.

A los que estaban lejos los instruía por medio de cartas y se conservan 144 misivas escritas por San León Magno.

Su fama de sabio era tan grande que cuando en el Concilio de Calcedonia los enviados del Papa leyeron la carta que enviaba San León Magno, los 600 obispos se pusieron de pie y exclamaron: "San Pedro ha hablado por boca de León".

En el año 452 llegó el terrorífico guerrero Atila, capitaneando a los feroces Hunos, de los cuales se decía que donde sus caballos pisaban no volvía a nacer la yerba; el Papa San León salió a su encuentro y logró que no entrara en Roma y que volviera a su tierra.

En el año 455 llegó otro enemigo feroz, Genserico, jefe de los vándalos; con este no logró San León que no entrara en Roma a saquearla, pero sí obtuvo que no incendiara la ciudad ni matara a sus habitantes; Roma quedó más empobrecida pero se volvió más espiritual.

Su inmensa confianza en Dios lo hizo salir triunfante de tan grandes peligros; las gentes de Roma sentían por él una gran veneración y desde entonces los obispos de todos los países empezaron a considerar que el Papa era el obispo más importante del mundo.

Una frase suya de un sermón de Navidad se ha hecho famosa. Dice así: "Reconoce ¡oh! cristiano tu dignidad, el Hijo de Dios se vino del cielo por salvar tu alma".

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