Lo importante no es importar

Por UNO

"Escoleosis", la columna torcida de Ariel Robert

Muy merecidos reconocimientos.

Por quinto año consecutivo, contamos con la versión provincial para celebrar el Día de la Industria. La organización es responsabilidad del Instituto de Desarrollo Industrial, tecnológico y de servicios -IDITS y de la cartera de Agroindustria y Tecnología.

A pesar de la crisis presente, la actividad ha sufrido un cambio substancial, un salto cualitativo interesante y nada debería conspirar para seguir por este camino.

También la reunión gastronómica ha mejorado. De aquél primer festejo, adonde toda la buena intención se empañó por un accidente y una empanadas tardías y frías fueron el menú, esta pasada noche, estuvo contemplado cada detalle. Abundante y sabrosa comida, un servicio de excelencia, y un desarrollo de premiación ordenado. Sólo faltaron aplausos.

¿Es necesaria una ceremonia de esa magnitud ? Para quienes estamos encapsulados en nuestras actividades cotidianas, sí. Porque podemos conectar con los muchos emprendimientos que desde el sector privado, pero también desde las o.n.g. y con auxilio de políticas de Estado, se realizan en nuestra provincia.

Se destaca en esa fiesta la inventiva, el desarrollo, la creatividad, la inversión. Se pone de relieve la vital relación entre las universidades y las empresas. Discursos de rigor pero también testimonios sorprendentes y en otros casos, conmovedores.

Es inevitable dimensionar el todo.

Así como hay que combatir y denunciar la ineficiencia y la impericia que impiden la importación de elementos, herramientas, artefactos, productos y bienes de capital necesarios, es significativo y esperanzador lo que propicia la sustitución de importaciones, cuando está concebida como política de integral. Condición indispensable para el desarrollo, la generación de empleo y la mejora de la calidad de vida de toda la sociedad.

Gracias y felicitaciones. Pero como aquí no estamos para andar elogiando, y pertenecemos a la industria de la crítica, y a la denominada industria cultural, me permito a modo de colaboración recordar algunas cuestiones.

Conmemorar el Día de la Industria los primeros días de septiembre se debe a un decreto redactado en 1941 durante el gobierno de Ramón Castillo, uno de los protagonistas de la década infame. Y el motivo de la fecha es porque el 2 de septiembre de 1587 se realizó la primera exportación de manufacturas de la región embarcadas en el puerto de Buenos Aires con destino Brasil.

Tal vez ese es el principio de la industria, pero de la industria de la mentira y la corrupción, no de la que se celebró la pasada noche. Porque en aquél primer envío, entre las artesanías de los originarios de Santiago del  Estero y las bolsas de harina tucumanas, colaron barras de plata provenientes de Potosí. Sí, el contrabando, la astucia para evadir y el despojo no son invenciones recientes.

Tampoco fue algún mediático historiador actual quien descubrió este inaugural acto de malversación. Como acto reparador en el primer gobierno de Perón, en 1949, se altera la fecha y se decide correr los festejos al 6 de diciembre, en homenaje a Manuel Belgrano, quien ese día en 1793 fue designado secretario de Comercio, y según está constatado fue impulsor de políticas de fomento para la fabricación de maquinaria y para el desarrollo autóctono de implementos para mejorar las condiciones de cosecha y para producir.

Las extrañas piruetas de la historia denotan nuestra ambigüedad y oscilación.

Así como tenemos dos días del padre, bien podríamos considerar dos días de la industria. Uno para los que fabrican en serie los inconvenientes, para quienes favorecen o soslayan la corrupción y para los muchos que desprecian lo que se piensa, se produce, se realiza y se concreta aquí, en nuestro lugar; y otro para quienes prefieren seguir trabajando con denuedo, vocación y dedicación. Con un sentido nacional sin disfraces.

A los segundos, salud ! La necesitarán para soportar que los primeros sean los primeros en denostar sus éxitos.