Las desconocidas batallas que se libran todos los días y sus protagonistas

Por UNO

Para nuevo, nada como los clásicos. Hace un tiempo leí un artículo en un diario español que terminaba con una frase de Platón: “Sé amable, porque todo el mundo con el que te encuentres está librando una dura batalla”. La sabia contundencia de estas palabras demuestra que en ciertos aspectos, los seres humanos apenas hemos evolucionado. Hemos sido capaces de espiar la vida en el espacio, curar enfermedades, inventar miles de productos que nos facilitan la vida cotidiana, pero lo que es nuestra humanidad, lo que supuestamente nos diferencia de los otros animales, sigue casi en pañales. Y por eso la simple consigna de ser amables sigue siendo un desafío.

La frase de Platón fue pensada siglos antes de la revolución que supuso la llegada del cristianismo, con su precepto de “ama a tu prójimo como a ti mismo”, y se sustenta en el hecho de que la indagación de la naturaleza humana tiene tal fuerza de verdad, que trasciende el tiempo y las religiones.

Pare de gruñir

No hay que ser un gran observador de la realidad cotidiana para darnos cuenta de que no hay amabilidad en nuestro día a día, nos hemos vuelto gruñones crónicos. Vas al banco y te ladran tus compañeros de cola y el cajero, y entre medio de tanto ladrido, no nos vamos a quedar afuera y alguno que otros tarascón damos. A los ladridos en el colegio de los chicos, con la maestra de los chicos y con los chicos. A los ladridos con el verdulero, con el precio de las verduras y con la que te mandó a comprarlas, si las odiás.

Es cierto que la realidad no es muy alentadora y que cuando te muerde el bolsillo, es difícil mantener la amabilidad. Pero hay un mundo más allá de los dólares, la especulación, los precios imparables o los aumentos injustificados, donde tenemos la experiencia de haber sobrevivido a todo. Los argentinos somos un eterno milagro, pero en el camino vamos dejando jirones de agresividad con el convencimiento de que si nos la guardamos, nos va a envenenar. Así que tanto mejor, hay que salir a envenenar al prójimo.

Las redes sociales se han convertido en un depósito del enojo y es increíble, pero he leído burlas o insultos respecto de casos de violaciones o tragedias viales, algo que también repiten los comentarios de los diarios digitales. No se trata de opinar, se trata de agredir, no importa si eso implica insultar a alguien que ya ha sido víctima. Porque el enojo es propio, es el que vale y el dolor es de los demás.

Nos olvidamos de las duras batallas que los otros libran, porque nunca dejamos de pensar en la nuestra. No es que uno vea el mal de los demás y se consuele, sino en humanizar la mirada y pensar que por improbable que parezca, el mundo no gira en torno a mi persona. Un poco de empatía, que le dicen.

“Quiero que me trates suavemente”, nos cantaba Gustavo Cerati con su voz inconfundible, y qué bueno es recordar la suavidad de su voz y del mensaje. Esa suavidad que no debe confundirse con debilidad, ni con apagar los legítimos reclamos que hay que hacer, que vale la pena hacer, sino con pura consideración hacia el otro, por respeto a sus duras batallas. En respeto a la honorabilidad de cada guerrero que uno se cruza en la calle, sin saberlo.