mejores etapas en el gobierno cuando la prensa le había sido adversa. En cambio, admitía el viejo zorro, cuando su gobierno fue al choque frontal con la prensa(recordar los amordazamientos, las presiones, las persecuciones, las clausuras y las censuras,sobre todo en el segundo gobierno peronista) el encontronazo coincidió con una fuerte etapa dedecadencia del peronismo.
Noviazgos mentirosos Los medios de difusión y los gobiernos (sean del signo que fueren) están condenados, por sunaturaleza, a mantener relaciones difíciles pero no imposibles. Que unos y otros sepan jugardemocráticamente con los límites de esa tensión es, por el contrario, una muestra de concienciarepublicana. Los idilios entre gobiernos y medios son sospechosos. Pero a veces también se tornansospechosas las peleas frontales, las guerras desatadas entre ambos. No sólo la Argentina vive hoy una fuerte y desbocada tensión entre Gobierno y medios. Porsupuesto, aquí y afuera, los matices suelen ser bien diferenciales. Un ejemplo: en Estados Unidos, los periodistas acreditados en la Casa Blanca han hecho unadenuncia en la que acusan al gobierno de Barack Obama de intentar limitar a la prensa. Por lo inusual (para la perspectiva argentina), la rebelión de aquellos acreditados no puedemenos que convertirse en una noticia. Por ejemplo, uno de los enojos es porque Obama empezó a limitar el desplazamiento, en losactos de la Casa Blanca, de los fotógrafos acreditados. A su vez, el presidente privilegió elaccionar de su propio fotógrafo, algo que en Argentina –y en Mendoza– suele ser lo usual pero queallá ha generado un lógico escándalo.
Pregunta molesta Los fotoperiodistas estadounidenses preguntan –y con razón– por qué los eventos que siemprefueron públicos deben quedar reservados para el fotógrafo personal de Obama, el que con seguridadno va a enviar a los medios las fotos que no favorezcan al presidente y que lo pongan en algún tipode aprieto."Mirá, te voy a tener que digitar" Obama, un demócrata, alguien a quien uno suponía un cruzado en defensa de las libertadesciviles, ha decidido –según la denuncia– digitar la presencia de los fotógrafos de los mediosindependientes de acuerdo con cómo se presente el momento a retratar. Por ejemplo, en la reciente reunión de Obama con el premier israelí Benjamín Netanyahu, sólose permitió el ingreso del fotógrafo oficial. Se sabía que el encuentro iba a ser irritante, y, enun acto de insoportable censura (para los EE.UU.), Obama y sus asesores no dejaron entrar ni a losfotoperiodistas ni a los periodistas a los saludos protocolares. Fue el colmo. Y con justicia, ardió Troya. Acá estamos en otraEsa situación, que allá genera una polémica nacional, aquí es cosa de todos los días tanto enla Casa Rosada como en la mendocina Casa de Gobierno, y el periodista que intenta advertir de laanomalía es mirado como si fuera un loquito. El representante de The Washington Post le achacó al presidente querer imponer metodologíasal estilo soviético. Allá también es tradicional que se respete la difusión de la agenda pública (insistimos:pública) del mandatario.
En otra En Argentina, la agenda oficial no sólo se digita a placer del asesor de Prensa o delmandamás con más influencia, sino que además no existe la debida tradición, por parte de la prensa,de hacer valer lo contrario. Por eso, otro de los asuntos que hoy están en la picota es la insistencia de Obama de hacersalidas o tareas que no aparecen en la agenda oficial, como por ejemplo asistir a actividadespúblicas de sus hijas. Para el periodismo de aquella nación, la vida privada de los mandatarios es muy relativa y sereduce a lo que él, su mujer y sus hijos hagan puertas adentro de sus dormitorios o recámaras. Yasí y todo lo suelen poner en duda porque la casa de los presidentes la paga el pueblonorteamericano. Para la conciencia democrática norteamericana, su presidente no es un particular ni unempresario que puede hacer lo que le venga en gana. El presidente es el principal gerenciador de los destinos de la nación y, sobre todo, de losdineros de los contribuyentes. Allá, el buen periodismo se encarga de recordar que los habitantes de una república son losmandantes, los que le pagan el sueldo al presidente y los que tienen todo el derecho de pedir quetransparente en todo momento su gestión. Acá solemos conformarnos con la dignidad institucional que les confiere a los gobernantes elhaber sido ungidos por el voto popular.
Nada menor Fíjense qué interesante cómo lo plantean los estudiosos de ciencias políticas en EstadosUnidos: ellos entienden que no es un asunto menor que el presidente se escape a una actividad fuerade la Casa Blanca sin informarlo al pueblo. ¿Por qué? Simple. Creen que una excepción así puede abrir la puerta a muchas otras. Y que lopeor para la democracia es un funcionario que se sabe que no es controlado. ¿Ha escuchado usted a un estudioso de nuestras facultades de Ciencias Políticas planteándosedilemas de este tipo? No. Lo usual en esos claustros pasa por ver cómo se milita a favor de tal ocual movimiento o grupo. Acá, los Kirchner pasan meses sin dar una conferencia de prensa y a nadie parece movérsele unpelo. En Mendoza, los funcionarios se enojan de mal modo cada vez que un periodista les preguntanpor algo que no les- gusta. Y así.
Los comprensivos Otra discusión que hoy se ha generado en EE.UU. es el trato excesivamente comprensivo que losmedios denominados progresistas han tenido con Obama en su primer año de gestión. Ahora que se está viendo que Obama les ha pagado con trabas a la prensa, las cosas estánvolviendo al lógico y democrático punto de fricción. Obama ha dicho que lo que a él le molesta es el seguimiento constante de la prensa al estilode los reality shows. Desde la prensa se le ha contestado que, durante la larga campaña que lo llevó a lapresidencia estadounidense, eso mismo no lo molestaba en absoluto sino que, por el contrario, él lofavorecía a diario. En realidad, lo que les molesta a los que llegan a tales cúspides es no poder manejar lasagendas de los medios de difusión. No poder darles órdenes. Eso es lo que saca de quicio a los asesores de Obama, de Cristina o de los que acompañan alos gobernadores. Así de simple.