Editorial.

Hoy por hoy: menos pompa, más realidad

Por UNO

Si es que realmente los políticos de Mendoza quieren hacer las cosas de una manera más acorde a la realidad y a la necesidad de los contribuyentes, los presupuestos de Mendoza deberían incluir algunos cambios sustanciales.Por ejemplo, debería dárseles prioridad a los fondos que se destinan al mantenimiento de lo que ya existe (escuelas, hospitales, comisarías, plazas, puentes, parques y edificios en general de los tres poderes del Estado) y no a imaginar nuevas obras –muchas de ellas faraónicas– que después de ser inauguradas con pompa no tendrán ni con qué arreglar la calefacción o los desagües pluviales.

Ayer los intendentes del Gran Mendoza se reunieron con el nuevo director general de Escuelas, Jaime Correas, para  esbozar un panorama del estado de situación en que se encuentran los edificios escolares de la zona metropolitana de esta provincia.

“Nos hemos encontrado con un desastre. Hay  escuelas que parecen Kosovo”, dijo  Correas para graficar el mal estado  de los edificios en los que a diario aprenden miles de niños.

En la reunión se dispuso trazar un plan de trabajo para que en marzo próximo los alumnos puedan comenzar las clases en esas instituciones con mejores condiciones, sobre todo en lo referido al arreglo de techos, instalaciones eléctricas, servicios sanitarios, calefacción y reposición de vidrios rotos, entre otros aspectos.

El encuentro, además del objetivo específico de dotar a los colegios de un mejor servicio, tuvo la virtud de tirar a la sociedad una señal de que la educación debe ser una política de Estado en la que, sin distinción de banderías partidarias, todas las fuerzas se destinen de manera mancomunada para que se pueda aplicar en mejores condiciones.

Hoy, por ejemplo, tenemos museos y teatros cerrados, plazas y paseos vandalizados y casi en abandono, edificios públicos que son joyas arquitectónicas cuyos techos se llueven o donde los baños no funcionan o en los que las instalaciones eléctricas son un peligro para niños y grandes.

Una creciente cultura que favorezca el mantenimiento de lo estatal nos permitiría evitar que se dilapide dinero público en proyectar obras que ya tenemos. Como hacemos todos en nuestras propias casas.