Cuando tenemos un sueño y queremos alcanzarlo, comenzamos a prepararnos. En este tiempo que atravesamos hasta concretar esa meta vamos poniendo en práctica diferentes hábitos.

Hábitos de trabajo

Por UNO

*Psicólogo, sexólogo y escritor. Autor de los best sellers Gente tóxica, Quiero un cambio y Fracasos exitosos, entre otros.

Cuando tenemos un sueño y queremos alcanzarlo, comenzamos a prepararnos. En este tiempo que atravesamos hasta concretar esa meta vamos poniendo en práctica diferentes hábitos y es muy importante anotar y retener cuáles fueron aquellos que nos dieron mejores resultados para incorporarlos a nuestra vida diaria. Un hábito se adquiere mediante el entrenamiento o repetida ejecución de ciertos actos.

La preparación es fundamental para avanzar. Es allí donde nuestro carácter será entrenado a través de los hábitos que incorporemos. Prepararse es ir adquiriendo sabiduría para que cuando llegue el cumplimiento de nuestros sueños los podamos mantener, disfrutar y no los perdamos, porque una persona que no está preparada pierde su tiempo haciendo cosas sin sentido.

Según Hume, el hábito o costumbre es una disposición que se crea en nuestra mente a partir de la experiencia reiterada de algo. Estos hábitos a los que se refiere no son hábitos del cuerpo sino de la mente y se producen por la repetición de un acto, repetición que produce una disposición para renovar el mismo acto.

Stephen R. Covey desarrolla en su best seller titulado Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas algunos puntos a sumar.

Si aún no lo ha leído se lo recomiendo, ya que allí menciona los beneficios de adquirir estos hábitos que nos permiten:• Potenciar la capacidad para abordar el cambio.

• Fomentar que las cosas más importantes se hagan primero

• Alentar la eficacia directa, incrementar la confianza, alentar la resolución de conflictos y ayudar a cada persona a buscar el beneficio mutuo, potenciando el impulso del grupo; incrementar la productividad y calidad del trabajo, fortalecer las relaciones a todos los niveles, entre otros.

Tenemos que ponernos metas a largo alcance pero también a corto alcance y no solamente metas de logros, sino también metas de carácter. Decir: “Hoy me voy a proponer sonreír un poco más”, “hoy voy a tratar de pasarla un poco mejor”. Cuando uno lo logre, celebrar, ¡tenemos que festejar todos los logros!

Lo que le pasa a mucha gente es que cuando se enfoca tanto en la meta, “futuriza” la alegría: “cuando llegue”, “cuando me reciba”, etcétera. Entonces se nos va la vida “futurizando”. Tenemos que celebrar cada pequeño logro, armar un álbum de medallas, un álbum de triunfos, celebrarlos y decirlos, porque si no disfrutamos el recorrido, entonces de qué sirve: de qué sirve llegar a la meta con un infarto, sin familia, con la vida destrozada…

Por último, tenemos que valorarnos. Cuando uno va a pedir trabajo no tiene que ir con una actitud de soberbia, pero tampoco con una actitud de “lástima”, porque está comprobado que cuando uno se desvaloriza, los demás te desvalorizan… El valor no se conquista, el valor se demuestra, porque todos valemos.