Por Manuel de Paz
La autodenominada escuela contenedora viene demostrando en los hechos que no respeta a los alumnos, sólo les tiene miedo
La autodenominada escuela contenedora viene demostrando en los hechos que no respeta a los alumnos, sólo les tiene miedo
Por Manuel de Paz
La vampirización de ciertas palabras se consolida como una singularidad de estos tiempos.
Hablamos de esas palabras que sufren el succionamiento de su impulso vital para terminar significando otra cosa.
Y me apuro a dar un ejemplo para que usted no se asuste del palabrerío.
Va: ¿vio que ahora se “estigmatiza” a un alumno por el solo hecho de exigirle o de pedirle esfuerzo?
También se “estigmatiza” cuando se les niega la posibilidad de ser abanderados a aquellos que hayan repetido de grado o que registren insistentes indisciplinas.
Pocos gramosAhora los alumnos deben ser “contenidos” sí o sí por el sistema escolar, una tarea que es más propia de los de los padres, salvo, claro, en casos extremos de chicos con problemáticas sociales que exigen sí o sí la presencia activa del Estado.
Para la teoría “contenedora” a ultranza parece ser un asunto secundario si el chico aprende o no, si comprende o no los textos, si accede o no a la destreza de manejar operaciones matemáticas.
En realidad, lo “estigmatizante”, la verdadera marca negativa que les dejamos en el cuerpo y la mente, se presenta cuando solamente “contenemos” al alumno en el aula para luego largarlo a la vida convertido en un tarambana.
Es decir, en alguien que no sabe ni entender lo que lee, que escribe con extrema dificultad y pobreza, y al que, además, no le hemos enseñado a descubrir sus capacidades y habilidades para salir a pelear la vida.
Naturales y culturalesEsa transformación o ampliación del concepto original de las palabras suele darse por dos vías.
Una, diríase “natural”, por la cual las personas comunes y corrientes modifican el significado primigenio de ciertas palabras en el uso cotidiano, sin proponérselo explícitamente.
Otra, que llamaríamos “cultural”, por la cual ciertas palabras mutan (a veces enriqueciéndose, otras para empeorar) a partir de la carga ideológica, intencional, que les otorgan otras personas más doctas.
Ninguna de las dos modificaciones es en sí misma buena o mala. Pero el segundo caso, el del aporte “cultural”, suele ser más factible de ser analizado por el valor agregado que conlleva.
Loca cotidianidadLo que las diferencia, insistimos, es que en la mutación “natural” de una palabra no hay una intencionalidad consciente, estudiada, sino que es producto de la compleja cotidianidad, e incluso de modas que van y vienen en el lenguaje pero que no son el resultado de una usina pensante.
Una usina pensante serían, por caso, ciertos grupos de sociólogos de la educación que saben muy claramente lo que dicen cuando utilizan y proponen el concepto de “escuela contenedora”.
En cambio, las modificaciones “naturales” son atribuibles a la libertad creativa del ingenio popular o a un espontaneísmo del saber callejero o de guetos.
Palabra multifunciónDemos entonces un ejemplo: ¿quién sabe a ciencia cierta lo que significa hoy la palabra “pija?
De aludir en principio al órgano sexual masculino ha pasado a ser, según el vocabulario de los adolescentes y de varios grandulones,algo muy confuso, aunque, claro, no para ellos.
A veces descalificatorio (“ese chabón es un pija hijo de puta”), a veces aprobatorio (“me hice el pija y logré zafar”), saber de qué “pija” nos están hablando los pibes en las escuelas, en los micros o en la mesa del almuerzo tiene que ver más con la intencionalidad del hablante, con la carga que le pone al término, con el ademán, con la entonación.
Lo mismo un burro que...En el otro caso, el del cambio “cultural” de las palabras, hay una decisión elaborada de cargar o descargar sus significados.
Ejemplifiquemos con el aludido suceso ocurrido esta semana en la Dirección General de Escuelas (luego anulada por el gobernador Pérez) con la decisión de permitirles ser abanderados a alumnos que repitieron de grado o presentaron problemas de indisciplina.
Esa medida no tiene que ver con la idea de que los alumnos tienen que salir de la escuela con un capital común, en este caso el buen aprendizaje.
Tiene que ver, por el contrario, con el concepto de que es preferible producir varios medio burros a tener que insistir con la idea supuestamente reaccionaria y excluyente de la excelencia entre el alumnado.
Orín en los zapatosTiene que ver con que es preferible mentir con las notas haciendo como que niñas y niños han aprendido a tener que andar discutiendo estos temas con la supervisora.
La escuela “contenedora” es la que ha dinamitado la idea de autoridad escolar, la que se rasga las vestiduras cuando un docente es trompeado por los alumnos o por los padres de los alumnos, pero que sin embargo no sabe reaccionar con una idea superadora.
La escuela contenedora no respeta a los alumnos, les tiene miedo.
Tampoco se les planta de igual a igual a los padres, se orina en las patas.
Nunca hemos escuchado decir que han quedado “estigmatizados” los docentes golpeados, insultados y prepoteados.
Es un acto decadente y torpe no invitar a los alumnos al esfuerzo.