Las gestiones de nuestros gobernadores han quedado marcadas a fuego por la forma en que se relacionaron con los presidentes. ¿Hay un tono mendocino?.

Esas tormentosas relaciones

Por UNO

La verdadera esencia de los gobernadores mendocinos siempre ha quedado marcada a fuego por larelación que mantuvieron con el presidente de la Nación con el que les tocó en suerte (o en

desgracia) compartir la historia.

Hay una variada, pero esclarecedora, lista de hechos para corrobarlo.

Basta analizar esa variopinta paleta que va desde aquel entrañable "viejo loco" de don Felipe

Llaver que enfrentó a su idolatrado Alfonsín, hasta el actual Celso Jaque, víctima de un decreto

presidencial de su "hada madrina", que perjudica a Mendoza en beneficio de cuatro provincias

vecinas.

Diques tomados

Contra toda norma de corrección política, don Felipe Llaver, harto de reclamarle a la Nación

la propiedad del complejo Los Nihuiles, le armó un estruendoso escándalo a "su" presidente, Raúl

Alfonsín, con aquella recordada "toma" con la que pretendió tomar posesión simbólica de los diques.

Hoy, seis gobernaciones después, el actual mandatario provincial, Celso Jaque, quien se venía

consumiendo en un devocionario de fe kirchnerista, ha sido "premiado" por el poder central con un

nuevo mazazo de promoción industrial en beneficio de las provincias vecinas.

Jaque ha tenido que hacer un crac en su tono habitual de gestión. Un tsunami lo ha obligado a

capitanear un reclamo provincial que incluye a todo el espectro social y a la oposición política.

Enojo de la dama

Pero, además, Jaque está padeciendo uno de los avernos menos deseados: el malestar ardiente

de la presidenta Cristina Fernández y de sus amanuenses más estentóreos, como Aníbal Fernández, que

se han molestado porque los mendocinos han tenido el tupé de reclamar contra una injusticia

presidencial.

Lo concreto es que a varios días de iniciado el escándalo aún no hay noticias sobre la

audiencia que Jaque le solicitó a Cristina para debatir el decreto que devolvió el jubileo

impositivo en San Juan, San Luis, La Rioja y Catamarca.

Un poco de historia

Después de Llaver vino Bordón. De entrada el Pilo, no sólo no aceptó dejar la gobernación

para irse de ministro del presidente Carlos Menem, sino que públicamente dijo que no se iba con el

riojano porque éste estaba rodeado de algunas personas corruptas y con pasado turbio durante la

dictadura.

Bordón compartió dos años con Alfonsín presidente (1987-1989) y otros dos con Menem

(1989-1991). Con el radical se llevó mucho mejor. Vibraban en la misma cuerda de la renovación que

necesitaba el país. A pesar de que los dos años que compartió con Alfonsín fueron los de la debacle

del radical, Bordón nunca le hincó el diente en la yugular y exhibió un republicano, pero digno

respeto hacia el presidente de otro signo político.

Hago la salvedad de "republicano, pero digno" porque hoy estamos viendo, tanto en la

provincia como en el país, algunos casos de "convivencia" entre políticos de signos distintos que

se parece mucho más a connivencia y contubernio que a un civilizado y sobrio acuerdo programático.

El tacto

Pese a sus diferencias con Menem, Bordón se cuidó de no afectar la relación institucional

entre la Provincia y la Nación, y la piloteó de manera que Mendoza no saliera afectada.

Hay que remarcar que Carlos Menem no tuvo, con sus críticos, los niveles de venganza política

que se han instaurado con el kircherismo.

El sucesor de Bordón, Rodolfo Gabrielli (1991-1995), registró dos momentos bien

diferenciados: un comienzo en el que trató de continuar con el estilo bordonista de conducción (el

Rolo, recordemos, fue ministro de Economía de Bordón), y una segunda etapa en la que se lanzó a

otra relación más "carnal" con el menemismo, que le permitió, por ejemplo, alcanzar los acuerdos

por regalías mal liquidadas que le significaron un fuerte desahogo en las finanzas provinciales.

Sea como fuere, esta segunda etapa nunca alcanzó los niveles de sometimiento a la Rosada que

después hemos visto en gobernaciones como la de Cobos, cuando se alió con el kirchnerismo para

saltar a la vicepresidencia, o en la actual de Jaque.

El más difícil

Después vino Lafalla (1995-1999), uno de los gobernadores más difíciles de abordar. Pese a

ser antimenemista, el Arturo no se fue con Bordón, cuando en 1995, éste se enfrentó con Menem en la

elección presidencial.

Menem, pese a las diferencias, nunca olvidó el gesto de Lafalla de quedarse en el PJ y de no

aliarse con Bordón. Lafalla tuvo la mala suerte histórica de que su gobernación coincidiera con la

lenta, pero inexorable decadencia del menemismo y de la convertibilidad, lo cual no le permitió

disfrutar de posibles mieles.

Antes que rogar fondos en la Nación, Lafalla terminó haciendo lo que había esbozado el Equipo

de los Mendocinos, como se llamó a los tres mandatarios justicialistas que gobernaron entre 1987 y

1999.

Sus integrantes remarcaban la necesidad de desestatizar la vida (como decía Bordón para

diferenciarla conceptualmente de las ideas privatizadoras más salvajes de Menem).

Quiero y no puedo

La llegada del radical Roberto Iglesias (1999-2003) fue de la mano de la oleada triunfal de

la Alianza, tan apoteótica en su ingreso nacional como terrible en su salida antes de tiempo.

Iglesias nunca pudo sacar buena tajada para su provincia. Una, porque los dirigentes

mendocinos todavía tienen cierto recato a la hora de peticionar, y otra, por esos devaneos típicos

de los radicales de que "yo soy renovador y De la Rúa es un balbinista".

Acá todavía subyace cierta idea de que es injusto que un presidente llene de fondos a su

provincia en desmedro de otras. A La Rioja la rebasaron de fondos y hoy está en la lona porque no

se cambió nada de fondo. Lo mismo, o parecido, va a pasar en unos años con Santa Cruz. Ésta no es

ajena a la maldita corrupción.

Los últimos

Con Cobos y con Jaque está todo más fresco acerca de lo que ha pasado. Cleto comenzó

haciéndose el gallito con Néstor y éste lo engatusó con su prédica novedosa de política transversal

y de la necesidad de superar el partidismo tradicional. Era cuando Cristina y Néstor se reían del

folclore del PJ.

Cobos fue siempre como la novia sumisa que no se animaba a reclamar más hasta tener los

papeles. Cuando los tuvo, se sintió tan maltratado, tan seducido y abandonado, que no dudó en

aprovechar la primera de cambio y... su voto no fue positivo.

Jaque siempre creyó en Néstor. Soportó que éste bancara a dos candidatos a gobernador en esta

provincia, uno transversal y otro pejotista. Le ofrendó su triunfo a Néstor y se entregó a

Cristina. Hoy, la vida lo ha cacheteado mal. Pero los mendocinos suelen ser leales con el caído.

Apasiona saber lo que vendrá.