Esta acolchada invención nació de la inquietud de Emily King, una diseñadora asentada en Florida que escuchaba las constantes bromas de sus compañeras de universidad con respecto a "besar almohadas" antes de ir a una cita.
La "almohada para besar" puede ser algo triste para quienes pasen un solitario San Valentín, pero también ofrece consuelo y la oportunidad de practicar antes de un encuentro real.