“Empieza perdiendo y siempre termina ganando”. Así lo definen los que lo quieren y los que lo odian o, más bien, le entregan una negación del amor que no alcanza a ser odio.José Octavio Bordón es un sobreviviente de la política, un gato que cae parado, un estratega de la negociación.Si no, no se explica que un hombre que aún se puede considerar peronista sea propuesto a una embajada por un gobernador profundamente radical ante un presidente liberal.Posiblemente la explicación sea que, según la definición de la mayoría, Bordón es en esencia un socialdemócrata y licue allí todos los partidismos nacionales.Este martes cumple 70 años y seguramente lo quiere festejar con su nuevo cargo de embajador.Su biografía en internet es breve y, por lo tanto, mentirosa. Wikipedia apenas lo define en tres párrafos mezquinos.Lo califica de “político argentino, docente de profesión, fue diputado nacional entre los años 1983 y 1987 y senador nacional entre los años 1992 y 1996.También se desempeñó como ministro de Cultura y Educación del gobierno de la provincia de Buenos Aires entre 1999 y 2001. El 10 de diciembre de 1987 asumió como gobernador electo de la provincia de Mendoza por el Partido Justicialista, administración que concluyó en 1991”.Nada, no dicen casi nada de él. Apenas agregan que “en 2003 fue convocado por el presidente entrante, Néstor Kirchner, como embajador de Argentina en Estados Unidos, cargo que desempeñó durante todo el mandato presidencial” y después ya actualizan que “en 2015 fue designado embajador argentino en Chile por el presidente Mauricio Macri”.Wikipedia será mezquina, pero es más ágil que la lapicera de Macri para firmar decretos. Y eso es muy rápido.Biografía no autorizadaPosiblemente un político en actividad no es lo que es, sino lo que dicen de él. Y del Pilo Bordón dicen bastante en la calle, ese territorio que él conoce tanto.Allí cuentan que José Octavio Bordón, apenas llegado de su Rosario natal, se acercó al Centro de Empleados de Comercio en donde Aldo Támula era su secretario general. Eran los preludios de la democracia cuando, con el gremio intervenido desde Buenos Aires, el Pilo se sumó a un grupo de dirigentes sindicales y “empezó a caminar la provincia, que siempre fue algo que hizo muy bien y que hay que reconocerle”, dice algún dirigente peronista.La referencia en Mendoza del peronismo, la más fuerte en ese momento, era José Luis Manzano. Los azules lo sostenían y el Chueco Juan Carlos Mazzón ya era lo que fue: un operador que ordenaba, impulsaba y negociaba.Entre ese grupo de compañeros militantes y de su familia, especialmente su esposa, Mónica González Gaviola, y su cuñado Juancho, el Pilo comenzó a estrechar lazos con la corriente nacional del peronismo nacionalista, que tenía como figura a Carlos Grosso.Con un Congreso con todas sus bancas nuevas después de la dictadura, el Pilo logró el cargo de diputado nacional, pese a que su línea había quedado bastante atrás en la interna partidaria.Y ese Congreso tendría figuras que marcaron la política nacional. Y Bordón aprovechó al máximo esa experiencia, esa escuela.A la provinciaBordón tenía claro hasta dónde podía llegar y cuáles debían ser los pasos a seguir. Mientras los azules trataban de crecer a nivel nacional, Bordón prefirió crecer en Mendoza y no despreciar el territorio, la quinta conocida. “Como había hecho antes, el Pilo volvió a recorrer toda la provincia, de punta a punta”, recuerdan desde el PJ.Cuando los azules se dieron cuenta de que se acercaban las elecciones del ’87, Bordón ya les había sacado ventaja. Había andado por todo Mendoza diez veces más que cualquiera.Las internas fueron un juego de niños para él. Ganó con la fusta debajo del brazo. Además se había armado de un buen equipo de gente, una mezcla bien sazonada de política e intelectualidad.Y ganó las elecciones generales. Bien ganadas. “Yo era chico, pero me acuerdo que te venían a golpear la puerta de la casa y te decían: ‘Salgan a la calle, que viene el gobernador y pueden hablar con él’”, recordó Luciano, un vecino común de San Martín, que tiene guardado eso en su memoria infantil.Claro que para llegar a la gobernación, José Octavio Bordón no sólo se dedicó a caminar. Todos recuerdan su Libro Verde. Allí estaba todo su proyecto y, entre tantas otras cosas, allí se sostenía que se construirían 100.000 viviendas.“Era un delirio mesiánico”, define un peronista. Cuentan que Bordón y su equipo se inspiraron en el Libro Verde que entre 1975 y 1981 escribió el dictador libio Muamar el Gadafi, una obra política de tres tomos.Poco se cumplió de ese Libro Verde.Pero eso fue lo que había votado el mendocino y, más allá de qué haya hecho Bordón en su mandato, eso es lo que todavía algún votante le pasa como factura.Claro que el votante tiene poca memoria porque años después votó el “mapa del delito” de Celso Jaque.Desde el justicialismo aún consideran a Bordón como integrante, a pesar de que ha salido y entrado de él cien veces.Ya siendo gobernador, Bordón tomó cierta distancia de su origen. “El suyo termina siendo un peronismo intelectual y fue desperonizando su gestión. Se puso más finito y se apoyó en equipo fuerte”, dicen.Lo que nadie discute es que siempre el fuerte del Pilo fue la comunicación. Su forma de llegar, a través de los medios y en forma directa. “Es un seductor inteligente. Acomodaticio. Fijate que aún hoy se lo sigue considerando dentro del peronismo, a pesar de que siempre fue un socialdemócrata que ha llegado a formar su propio partido”, cuentan desde la unidad básica.Bordón formó PAIS (Política Abierta para la Integridad Social) cuando su relación con el entonces presidente Carlos Menem era un espanto. Y luego se transformaría en la cabeza del Frepaso (Frente País Solidario), alianza que formó con Chacho Álvarez y al que le ganó las internas para las presidenciales.Bordón perdió con Menem, pero su fórmula tuvo 5 millones de votos. Quizás podría haber seguido, insistiendo. Pero eligió tomar distancia. El tiempo le daría la razón, en cierta forma. Chacho siguió, fue parte de la Alianza y ya se sabe cómo terminó esa aventura. Al menos algo de su gente quedó dentro del gobierno provincial de Roberto Iglesias, pero ya casi nada quedaba de la idea peronista de los orígenes.La biografía no autorizada dirá que José Octavio Bordón quedó con el ánimo herido. Que casi cayó en el ostracismo. Pero a pesar de eso algo construyó, porque si no en 2003 el presidente Néstor Kirchner no lo hubiera nombrado embajador en Estados Unidos.Cuentan que luego la relación con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner fue mala. Muy mala. Que Bordón prefirió entonces dedicarse a estudiar y trabajar sobre política internacional y política vitivinícola.También dicen que nunca se cortó su relación con su viejo aliado y mentor Carlos Grosso. Que por eso el nombre de Bordón no le suena mal al presidente Mauricio Macri. Que su visión socialdemócrata también le cuaja al gobernador Alfredo Cornejo. Entonces, allí va el Pilo. Otra vez.