En materia de salud el ganado no está siendo bien engordado. Jaque lanzó por estos días algunas verdades, pero se guardó otras. ¡Achís!.

El ojo del amo necesita anteojos

Por UNO

Si hay un tema complejo y, por lo general, desjerarquizado en materia de gestión política, ese esel del manejo de los hospitales públicos y de sus médicos.

A más de un contribuyente mendocino le gustaría, por ejemplo, que el hospital de niños

Humberto Notti fuera la niña mimada de los gobernadores, sean del signo que sean.

O que en el Hospital Central nunca faltaran remedios o sábanas y que siempre funcionaran los

quirófanos y los ascensores.

O que en las listas de espera para cirugías del hospital Perrupato, de San Martín, no

hubiera, como ahora, más de mil personas anotadas para operarse.

O no quedarse con la presunción de que ese niño que murió atragantado hace unos días en

Lavalle podría haberse salvado si hubiera estado un médico en el centro de salud de Costa de

Araujo, al que fue llevado ahogado con una cereza.

O que en el Notti no se hubiera hecho una inauguración de cotillón de un servicio de cirugía

cardiovascular, que a un mes de ser habilitado (para las cámaras), aún no funciona y para colmo ha

sido parcialmente desmantelado.

Mal pensados

Pero esos mismos contribuyentes suelen tener la sospecha, quizá infundada –porque hay mucha

gente mal pensada–, de que para los políticos con mayor poder de decisión estos son asuntos que no

les mueven la aguja.

Este comentarista, en particular, sostiene la peregrina teoría de que esa falta de interés

por la gestión sanitaria deriva del hecho de que la mayoría de los políticos no utiliza los

hospitales públicos ni los centros de salud.

Ellos tienen medicina prepaga y van a hospitales privados. Una cosa es mezclarse con pobres

para la foto en un acto político y otra, muy distinta, es que ellos, sus mujeres o sus hijos tengan

que compartir el baño con otros en el Lagomaggiore o en el Paroissien.

¿Maldita autonomía?

Sin embargo, y quizás ardido, por los embates que la incendiaria Raquel Blas y los

gremialistas de Ampros han lanzado sobre ciertas cosas que no están bien en el área de Salud, ahora

Jaque acaba de poner el dedo en una de las llagas del sistema: la autonomía de los hospitales no ha

dado los frutos esperados.

Para el gobernador, en algunos hospitales los médicos con poder de decisión hacen lo que se

les canta. Y algunos jefes de hospitales toman medidas disparatadas amparados en la autonomía.

El padre de la idea

A ver, a ver. La descentralización hospitalaria es una idea que lanzó al ruedo José Octavio

Bordón a comienzos de los años '90, durante el reinado de Menem.

Eran las épocas en que el Pilo intentaba darle una carnadura más sensata y política a las

ideas de desestatización que, desde la economía, impregnaban toda la vida nacional.

La descentralización hospitalaria terminó siendo ley provincial en 1993, durante el gobierno

del sucesor de Bordón, Rodolfo Gabrielli, el mismo que el viernes pasado renunció a su rumboso

cargo en el organismo nacional que controla la aeronavegación comercial. El Rolo partió cascoteado

por esa calesita de gremios que hacen casi inmanejable ese sector.

A la buena de Dios

Como toda norma, aquella ley descentralizadora de hospitales no era buena ni mala en sí

misma. Había que ver cómo la aplicaban. Y, sobre todo, cómo la auditaban los sucesivos gobiernos.

Porque no era cosa de tirarles los hospitales a varios directorios para que hicieran lo que

quisieran. No era una tercerización.

Pero ¡sorpresa! Eso fue lo que pasó. Los sucesivos gobiernos fueron dejando los problemas en

manos de esos directorios, algunos de los cuales actuaron bien y otros mal o directamente muy mal.

Hace bien Jaque en poner el grito en el cielo contra esto. Lo que hace mal es olvidar que

durante los dos primeros años de su gestión, el Ministerio de Salud estuvo teñido de peleas y

rencillas entre un ministro con poder recortado (Saracco) y el cuñado del gobernador (Landete) con

poder sobrevaluado.

Ese tiempo precioso pudo haberse usado, por ejemplo, para meter mano en la deficiente

descentralización, extirpando lo malo y salvando lo bueno.

O directamente proponiendo una nueva ley que fijase una política intermedia u otra que

volviera a concentrar en el Ministerio de Salud la conducción política de los hospitales.

Ese tiempo pudo haberse usado, sintetizo, para hacer política.

¿Privilegiados?

El Notti, por caso, y por el sólo hecho de estar destinado a los niños, los únicos

privilegiados de este país, debería funcionar como un violín.

Una mala gestión en ese nosocomio debería ser como una puñalada trapera para el gobernador.

El Notti, el Central, el Lagomaggiore deberían también actuar como un gran laboratorio para

preparar los constantes mejoramientos que se requieren en materia de salud.

La reciente rebelión de sindicalistas y activistas que tomaron el Concejo Deliberante de

Lavalle por el caso de un niño que murió sin la asistencia de un médico, dejó en claro que no

siempre los funcionarios están atentos a lo que pasa en los centros de salud.

El amo tuerto

¿Por qué todos los inviernos los usuarios del Notti tienen que recurrir a los medios de

comunicación para que los funcionarios se den por enterados de que la Guardia del hospital de niños

está atiborrada de pequeños con el pecho cerrado, los cuales deben esperar horas en brazos de sus

madres por la escasa cantidad de médicos?

Falta más vigilancia del ojo del amo. El ganado no está bien engordado.

Vivarachos

Y así lo acaba de admitir el propio gobernador, cuando reconoció los problemas para nombrar

médicos y retenerlos en el interior de la provincia.

Jaque sugirió que buena parte de esos profesionales son nenes de mamá, que no quieren hacer

esfuerzos y que a la primera de cambio dicen que extrañan a la familia.

Entonces –explicó– tras haberse presentado a un cargo y logrado estabilidad en el Estado,

piden el pase a la Ciudad llevándose el cargo, con lo cual luego hay que generar otro puesto.

Como se ve, más delicias de las que genera el conchabo estatal. Pero en las que hay que

agregar otro dato para merituar, lo dicho por Jaque: los sueldos de los médicos estatales son

bastante menores que los de muchos asesores truchos o los de punteros ñoquis.

Lo que Jaque no reconoce, cuando dice algunas verdades, es que la Administración Pública

provincial rebosa (desde hace mucho tiempo) de gente que está de más, de empleados que no hacen

falta, que se rascan, que faltan a sus labores sin recibir castigos, que casi nadie controla, que

llegan tarde. O que usan el trabajo estatal como beca.