Por Gustavo De [email protected]
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S e acaba de elevar a 110 la lista de nietos recuperados por la democracia. Ayer se conoció que le han restituido su identidad a la hija de Liliana Acuña y Oscar Gutiérrez, secuestrados y desaparecidos desde 1976. Ella llevaba un embarazo de 5 meses y era docente, y él empleado administrativo y estudiante. Estuvieron cautivos en una comisaría de San Isidro, Buenos Aires, y por lo menos a la mujer la mantuvieron con vida cuatro meses, hasta que dio a luz a una niña. Esa muchacha –hoy de 38 años– se presentó voluntariamente en Abuelas de Plaza de Mayo, se sometió a los exámenes de ADN y ahora sabe su verdadera identidad.
Como es costumbre, con la inmensa paciencia y amor que las caracteriza, nadie en Abuelas la apurará ni la presionará para que se reúna con su familia biológica. “Cuando ella quiera”, dice Estela de Carlotto y a ese concepto adhieren todos, incluso la propia familia (la verdadera) de la joven.
Nadie más que las Abuelas, las Madres, los familiares, los amigos, los militantes… saben comprender a los nietos y nietas recuperados, para quienes no es fácil asumir la novedad de que les robaron su identidad antes de nacer o siendo niños y de que sus padres fueron asesinados. Y también se los comprende y se les respeta su decisión cuando quieren mantener los lazos de cariño con quienes los criaron o los adoptaron, sobre todo en los casos en que se trató de buena fe y no de apropiación por parte de los propios verdugos de sus papás.
En Mendoza fueron por lo menos seis las apropiaciones de niños durante la dictadura cívico-militar. Un caso se resolvió: fue el que le restituyó su identidad a Rebeca Celina Manrique Terrera, hija del estudiante de Ciencias Económicas Alfredo Mario Manrique y de la docente Laura Noemí Terrera, secuestrados en 1977 junto con la niña cuando ella tenía 8 meses.
A los otros cinco nietos de Mendoza se los sigue buscando.
Carina Scandura repasó esas historias en un informe publicado en este diario y también en radio Nihuil y Canal 7.
Cuenta allí que Adriana Bonoldi de Carrera llegaba a la casa de sus suegros tras dar una clase de música, cuando en diciembre de 1976 la secuestraron. Estaba embarazada de 3 meses y, por los testimonios recogidos judicialmente, todo indica que la mantuvieron con vida hasta que dio a luz a un varón, probablemente en el hospital Emilio Civit. Ese chico –hoy un hombre de 37 años cuyo paradero se desconoce– es sobrino de la actriz Mariú Carrera, una referente en la lucha por esclarecer esos crímenes de lesa humanidad.
Otro caso es el de Gladys Castro y Walter Domínguez, privados ilegalmente de su libertad en diciembre de 1977. Ella estaba embarazada de 6 meses y dio a luz en cautiverio a un varón, según lo que se pudo reconstruir durante los juicios por delitos de lesa humanidad en Mendoza.
María Inés Correa Llano era instrumentista y trabajaba en el Hospital Central. Con su pareja, Carlos Jacowizik, realizaban tareas sociales en el barrio San Martín. El 16 de setiembre de 1976, a las 2 de la madrugada, la pareja fue secuestrada de su domicilio de Luján. María Inés cursaba un embarazo de 6 meses. Todo indica que dio a luz en el Hospital Militar.
Lucía Ángela Nadim, mendocina, fue secuestrada junto con su compañero Aldo Quevedo en octubre de 1977 en Buenos Aires. Estaba embarazada de 3 meses. Fue retirada del centro clandestino El Banco entre abril y mayo de 1978 para el nacimiento de su hijo, pero nunca más se supo nada de la madre ni del niño.
Por último, María del Carmen Moyano, también oriunda de Mendoza, con 8 meses de embarazo fue “chupada” por un grupo de tareas en Córdoba, camino a Buenos Aires. En la ESMA nació su hija, luego apropiada mientras María del Carmen, trabajadora social, vivió al menos 8 días más y luego habría sido arrojada al Riachuelo.
La búsqueda no ha terminado, porque la paciencia tampoco se termina gracias a esas Abuelas que marcaron un camino para que, cuando ellos no estén, otros lo continúen.