Estatales de saco y corbata, gente que sabe de leyes y de daños, se dedicó a la protesta espontaneísta. Menos a Jaque, le amargaron la vida a medio mundo.

Dándose el festín en las esquinas

Por UNO

Esta semana varios grupos de estatales volvieron a darse un festín cortando calles céntricas.

Los perjudicados, otra vez, no fueron ni Jaque (que estaba en Estados Unidos) ni Cazabán, ni

los usías de la Corte.

Los afectados, otra vez, resultaron los miles de mendocinos que se vieron impedidos de

circular con libertad, de comerciar, de llegar a tiempo a sus quehaceres. Y que, en cambio,

estuvieron obligados a andar yirando por media ciudad para poder sortear el caos.

Tengo una "idea"

Los ciudadanos, léase los que pagan impuestos, se encontraron entonces de sopetón con esos

cortes. Otra vez había triunfado el espontaneísmo de quienes confunden el derecho de peticionar con

hacer lo que les venga en gana, transformándose en dueños del espacio público.

Los contribuyentes no pudieron tomar recaudos y cayeron nuevamente en la trampa porque nadie

había advertido de la ciudad tomada.

Si no te gusta, ya sabés

¿Quería ir usted por San Martín y Morón? Jódase. Allí había veinte dirigentes de AMPROS

(médicos) cortando ese crucial nudo ciudadano. Estamos hablando de profesionales, es decir gente

que uno supone seria o por lo menos capacitada para reconocer una arbitrariedad lanzada contra

gente que no tenía nada que ver con su pelea.

¿Buscaban otros contribuyentes trasladarse por San Martín y Rondeau? Jódanse. Ese era

territorio de los judiciales. Por esa esquina bajan hacia el este buena parte de las líneas de

micros que van a Guaymallén y Las Heras, dos de los departamentos más poblados de Mendoza. ¡Y a mí

qué!

Dos cuadras hacia el norte, siempre por avenida San Martín, esto es en la estratégica esquina

con Vicente Zapata, principal entrada a la ciudad, otra pequeña columna sindical había decidido, en

un improntus genial, que no había nada mejor que apropiarse del ombligo de la ciudad.

Impedidos de entrar o salir del centro, cientos de automovilistas y micros se vieron

envueltos en una especie de calesita que los llevaba siempre al mismo lugar mientras veían que un

pequeño grupo seguía batiendo el parche de sus bombos.

¡Ah, nada como escrachar!

Pero no todo terminaba allí, otra columna, esta vez con protagonismo de ATE, había optado por

ir a protestar frente al edificio donde Jaque tiene su departamento, en calle Rivadavia, entre 9 de

Julio y España, usando el canallesco método del escrache, ese que los nazis les hacían a los judíos

para marcarlos en sus "guaridas".

¿Qué culpa tienen, dirá usted con razón, los vecinos de Jaque, los comercios aledaños y los

que quieren trasladarse por esa calles céntricas? Ninguna, pero que se jodan igual. Por las dudas.

Algo habrán hecho.

Permuto edificio

Es evidente que cuando hace unos años el Gobierno provincial llevó la Subsecretaría de

Trabajo al ex edificio de EMSE, en la céntrica esquina de San Martín y Rondeau, no realizó ningún

estudio de impacto ambiental.

Cada vez es más común escuchar a la gente sugerir que la Subsecretaría de Trabajo debería

mudarse de esa crucial esquina, una de las zonas claves para salir de la ciudad.

Hay quienes sugieren llevarla a dependencias de la Casa de Gobierno, sitio natural ante el

cual hay que desarrollar las protestas sobre todo las espontáneas, porque ése es el lugar dónde

trabajan los funcionarios.

Otros, si bien admiten que el actual lugar de la Subsecretaría de Trabajo no es el adecuado,

agregan que como ese organismo tiene la función de mediar, no es bueno que esté en el edificio

donde el Gobierno (la patronal de los estatales) sienta sus reales.

Un detalle: la subsecretaría está para mediar en todos los conflictos laborales no sólo entre

el Ejecutivo y los estatales.

Sea como fuere, es cierto que debería funcionar en otro inmueble del Estado donde los

conflictos laborales no deriven todos los días en cortes de algunas de las principales calles del

centro.

Diestra y siniestra

Hay temas que de sólo mencionarlos pareciera que ya tienen un compartimento estanco asignado

a izquierda o derecha del espectro político.

A varios de esos asuntos ha llegado el momento de situarlos equidistante de uno y otro

extremo. Es necesario que estén más cercanos a una racionalidad democrática y republicana.

Uno de esos tópicos es el abuso de ciertos espacios públicos para protestar (ingresos a la

ciudad, esquinas cuyo cierre generan sí o sí un caos impresionante) en lugar de otros específicos

para peticionar, como la explanada de la Casa de Gobierno.

Ello no quiere decir que, bien organizadas y debidamente anunciadas, no se puedan realizar

manifestaciones por la ciudad. Lo que hay que tratar de evitar es que cualquiera pueda instalar la

confusión espontáneamente.

Una cosa es que un artista proponga cierta idea del desorden como germen de la creatividad y

otra que los estados lo admitan como algo natural para regir la vida ciudadana. El orden

democrático, que existe, y al cual tenemos que terminar de aceptar si es que queremos asentarnos

como nación, no tiene nada ver con el orden dictatorial, del que salimos hace 27 años.

Lo que hay que tener

Existe una creciente e interesante discusión acerca de si hay que regular o no el uso del

espacio público y cómo. En Mendoza lo ha intentado hacer Fayad con mediano o escaso éxito.

En las grandes ciudades del mundo el uso del espacio está claramente regulado. Vaya usted a

hacer una manifestación espontánea en Nueva York o París y va a ver cómo le va con la policía.

Ni hablar de lo que pasa en las dictaduras de derecha o de izquierda. Intente usted, si no,

protestar en La Habana o en Pekín. Las víctimas de Tiananmen y las Damas de Blanco tienen algunas

respuestas.

Por qué, entonces, tenemos que seguir aceptando, con la anuencia de una Justicia que por lo

general mira para otro lado y con una dirigencia política que no tiene la valentía de meterse con

los temas importantes, que diez o veinte dirigentes de AMPROS se arroguen –por más que sus reclamos

sean muy justos– el derecho de cortar sin previo aviso un nudo vial como el de San Martín y Morón

afectando a 200.000 personas que a media mañana se movilizan por el centro y alrededores. ¿Hay

relación lógica entre el reclamo y el daño?

Se trata de que aceptemos que existen convenciones democráticas y regulaciones republicanas

que todos debemos respetar. Pero es la política la que debe jerarquizar ese ideario.

Ahora cualquier grupo se pone a cortar alegremente Vicente Zapata y Costanera porque sabe que

nadie le va a hacer nada. Es más: los van a proteger.

El derecho de la protesta no se pude ejercer a cualquier costo.

Las calles hay que ganarlas sí o sí en casos extremos, como la amenaza de un golpe inminente.

En caso contrario hay que exigirse ser muy cuidadoso.

El espontaneísmo ha terminado siendo, más de una vez, muy reaccionario.