Los afectados, otra vez, resultaron los miles de mendocinos que se vieron impedidos decircular con libertad, de comerciar, de llegar a tiempo a sus quehaceres. Y que, en cambio,estuvieron obligados a andar yirando por media ciudad para poder sortear el caos.
Tengo una "idea" Los ciudadanos, léase los que pagan impuestos, se encontraron entonces de sopetón con esoscortes. Otra vez había triunfado el espontaneísmo de quienes confunden el derecho de peticionar conhacer lo que les venga en gana, transformándose en dueños del espacio público. Los contribuyentes no pudieron tomar recaudos y cayeron nuevamente en la trampa porque nadiehabía advertido de la ciudad tomada.
Si no te gusta, ya sabés ¿Quería ir usted por San Martín y Morón? Jódase. Allí había veinte dirigentes de AMPROS(médicos) cortando ese crucial nudo ciudadano. Estamos hablando de profesionales, es decir genteque uno supone seria o por lo menos capacitada para reconocer una arbitrariedad lanzada contragente que no tenía nada que ver con su pelea. ¿Buscaban otros contribuyentes trasladarse por San Martín y Rondeau? Jódanse. Ese eraterritorio de los judiciales. Por esa esquina bajan hacia el este buena parte de las líneas demicros que van a Guaymallén y Las Heras, dos de los departamentos más poblados de Mendoza. ¡Y a míqué! Dos cuadras hacia el norte, siempre por avenida San Martín, esto es en la estratégica esquinacon Vicente Zapata, principal entrada a la ciudad, otra pequeña columna sindical había decidido, enun improntus genial, que no había nada mejor que apropiarse del ombligo de la ciudad. Impedidos de entrar o salir del centro, cientos de automovilistas y micros se vieronenvueltos en una especie de calesita que los llevaba siempre al mismo lugar mientras veían que unpequeño grupo seguía batiendo el parche de sus bombos.
¡Ah, nada como escrachar! Pero no todo terminaba allí, otra columna, esta vez con protagonismo de ATE, había optado porir a protestar frente al edificio donde Jaque tiene su departamento, en calle Rivadavia, entre 9 deJulio y España, usando el canallesco método del escrache, ese que los nazis les hacían a los judíospara marcarlos en sus "guaridas". ¿Qué culpa tienen, dirá usted con razón, los vecinos de Jaque, los comercios aledaños y losque quieren trasladarse por esa calles céntricas? Ninguna, pero que se jodan igual. Por las dudas.Algo habrán hecho.
Permuto edificio Es evidente que cuando hace unos años el Gobierno provincial llevó la Subsecretaría deTrabajo al ex edificio de EMSE, en la céntrica esquina de San Martín y Rondeau, no realizó ningúnestudio de impacto ambiental. Cada vez es más común escuchar a la gente sugerir que la Subsecretaría de Trabajo deberíamudarse de esa crucial esquina, una de las zonas claves para salir de la ciudad. Hay quienes sugieren llevarla a dependencias de la Casa de Gobierno, sitio natural ante elcual hay que desarrollar las protestas sobre todo las espontáneas, porque ése es el lugar dóndetrabajan los funcionarios. Otros, si bien admiten que el actual lugar de la Subsecretaría de Trabajo no es el adecuado,agregan que como ese organismo tiene la función de mediar, no es bueno que esté en el edificiodonde el Gobierno (la patronal de los estatales) sienta sus reales. Un detalle: la subsecretaría está para mediar en todos los conflictos laborales no sólo entreel Ejecutivo y los estatales. Sea como fuere, es cierto que debería funcionar en otro inmueble del Estado donde losconflictos laborales no deriven todos los días en cortes de algunas de las principales calles delcentro.
Diestra y siniestra Hay temas que de sólo mencionarlos pareciera que ya tienen un compartimento estanco asignadoa izquierda o derecha del espectro político. A varios de esos asuntos ha llegado el momento de situarlos equidistante de uno y otroextremo. Es necesario que estén más cercanos a una racionalidad democrática y republicana. Uno de esos tópicos es el abuso de ciertos espacios públicos para protestar (ingresos a laciudad, esquinas cuyo cierre generan sí o sí un caos impresionante) en lugar de otros específicospara peticionar, como la explanada de la Casa de Gobierno. Ello no quiere decir que, bien organizadas y debidamente anunciadas, no se puedan realizarmanifestaciones por la ciudad. Lo que hay que tratar de evitar es que cualquiera pueda instalar laconfusión espontáneamente. Una cosa es que un artista proponga cierta idea del desorden como germen de la creatividad yotra que los estados lo admitan como algo natural para regir la vida ciudadana. El ordendemocrático, que existe, y al cual tenemos que terminar de aceptar si es que queremos asentarnoscomo nación, no tiene nada ver con el orden dictatorial, del que salimos hace 27 años.
Lo que hay que tener Existe una creciente e interesante discusión acerca de si hay que regular o no el uso delespacio público y cómo. En Mendoza lo ha intentado hacer Fayad con mediano o escaso éxito. En las grandes ciudades del mundo el uso del espacio está claramente regulado. Vaya usted ahacer una manifestación espontánea en Nueva York o París y va a ver cómo le va con la policía. Ni hablar de lo que pasa en las dictaduras de derecha o de izquierda. Intente usted, si no,protestar en La Habana o en Pekín. Las víctimas de Tiananmen y las Damas de Blanco tienen algunasrespuestas. Por qué, entonces, tenemos que seguir aceptando, con la anuencia de una Justicia que por logeneral mira para otro lado y con una dirigencia política que no tiene la valentía de meterse conlos temas importantes, que diez o veinte dirigentes de AMPROS se arroguen –por más que sus reclamossean muy justos– el derecho de cortar sin previo aviso un nudo vial como el de San Martín y Morónafectando a 200.000 personas que a media mañana se movilizan por el centro y alrededores. ¿Hayrelación lógica entre el reclamo y el daño? Se trata de que aceptemos que existen convenciones democráticas y regulaciones republicanasque todos debemos respetar. Pero es la política la que debe jerarquizar ese ideario. Ahora cualquier grupo se pone a cortar alegremente Vicente Zapata y Costanera porque sabe quenadie le va a hacer nada. Es más: los van a proteger. El derecho de la protesta no se pude ejercer a cualquier costo. Las calles hay que ganarlas sí o sí en casos extremos, como la amenaza de un golpe inminente.En caso contrario hay que exigirse ser muy cuidadoso. El espontaneísmo ha terminado siendo, más de una vez, muy reaccionario.