El kirchnerismo concentró todo su poder de fuego sobre el vice para forzar su renuncia.

Cleto, un nuevo desaparecido

Por UNO

Nunca antes se concentró tanto fuego de artillería pesada sobre Julio Cobos como en estos días.

Nunca, en el último cuarto de siglo en democracia, se evidenció tanta inquina, tanto odio,

sobre un vicepresidente en ejercicio desde la cúpula del poder político.

Hasta tal punto la bilis negra se desparramó sobre las conciencias, cual mancha de petróleo

en el mar, que la Presidenta soltó su frase más aciaga, en medio del torrente declarativo al que la

lleva su incontinencia retórica.

Cristina, desde su yo profundo, confesó –sin nombrarlo– que si fuera una genia, haría "

desaparecer" a Cobos de la faz de la Tierra.

Pretendió hacerse la simpática e ironizar con un chiste.

Fue una broma macabra.

Para alguien, como ella y su marido, que han hecho del discurso contra la dictadura militar

su principal eslogan de marketing político, el acto fallido resulta imperdonable.

¿Qué hice yo?

Ante la magnitud de la gafe, cabe preguntarse: ¿qué hizo Julio César Cleto Cobos para merecer

el fusilamiento político y su posterior entierro como NN de la realidad nacional?

El propio Cobos se lo debe estar preguntando para poder hallar, en estas horas cruciales, una

respuesta abarcadora. Porque, hasta aquí, el juego del gato y del ratón, que ha venido practicando

con los Kirchner, desde el voto "no positivo", puede haber sido entretenido y hasta redituable en

términos de imagen personal.

Dentro de ese continuo corretear y esconderse en los rincones, el personaje Cleto adquirió la

simpática popularidad del correcaminos ante el coyote o del ratoncito Jerry frente a los embates

ciegos del gato Tom.

Ahora la cosa cambió.

No se trata, sólo de capear la furia vitriólica de la pareja presidencial y de sus voceros.

Se ha llegado a un punto en que el andamiaje institucional comienza a resquebrajarse

seriamente. La herida se extiende en todas las direcciones, lo cual transforma el asunto, esta vez,

en un dilema central para Cobos: el vicepresidente ha hecho del respeto por las instituciones y por

los modos republicanos de convivencia, su estandarte.

En definitiva: ¿qué contribuye más a la sanidad del sistema democrático? ¿La renuncia de

Cobos? ¿O su permanencia en el cargo contra viento y marea?

Todos los cañones todos

La vía de salida se expresa mediante dos carriles opuestos. El oficialismo clama, a gritos,

el alejamiento del vicepresidente.

Además de Néstor y Cristina, salieron al ataque los ministros encabezados por Aníbal

Fernández y sus bizarras anibaladas, los sindicalistas amigos, en la persona de Hugo Moyano, las

fuerzas de choque expresadas en Luis D'Elía, los legisladores con Agustín Rossi a la cabeza.

Etcétera.

"Cobos debe irse ya", fue la consigna general y unánime.

Quizá nada exprese mejor el pensamiento oficialista, además de los dichos de la Presidenta,

que el tándem de medios oficialistas que conforman El Argentino y la revista Veintitrés. Con el

fotomontaje de un ave de rapiña posada en el hombro del vicepresidente, se describe la llamada "

política buitre", en obvia alusión a los fondos que bloquearon cuentas argentinas en el exterior. Y

se coloca a Cobos como el centro de una conjura, para llegar a la presidencia en 2011, en alianza

con el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti; el CEO del Grupo Clarín,

Héctor Magnetto; el todavía presidente del Banco Central, Martín Redrado; y, entre otros, la jueza

María José Sarmiento.

Sobre esta trama de espionaje se fundamentó la suspensión del viaje presidencial a China.

El hombre agobiado

¿Cómo vive Cobos, en su interioridad, esta situación tras el terremoto que se abatió sobre su

persona y su investidura?

Es significativo que haya regresado a Mendoza y que permanezca acá todo el fin de semana

hasta mañana.

"Está acongojado", relatan sus conocidos. "Está golpeado. Fue muy duro el acoso. No lo

esperaba de Aníbal Fernández. Además, Julio sabe que la situación no es buena para el país".

¿Entonces?

Entonces aguantará en su puesto, firme. Obedece a su convicción personal. Pero también se

sustenta en la presión popular: "La gente le pide que se quede", transmiten sus íntimos, aquellos

con los que toma mate y medita aquí en Mendoza.

"Hay una cosa que se repite cada vez que se cruza con una persona. Le dicen:"fuerza, no

afloje, ¡no nos vaya a dejar!".

En ese rol de contralor, Cobos desea, sin embargo, que Redrado se aleje del Banco Central.

Eso lo sacaría de la picota. Uno de sus escuderos, el godoicruceño Alfredo Cornejo, fue quien lo

blanqueó ante la prensa.

Por otra parte, se siente víctima de una injusticia mayúscula. La suspensión del viaje a

China utilizándolo de excusa le resulta inadmisible. "Julio ha estado 100 días al frente del

Ejecutivo en estos años. Nunca tomó una sola decisión administrativa, salvo cuando murió Alfonsín.

Además, si quisiera decidir algo negativo, como esgrime la Presidenta, debería contar

necesariamente con la firma de un ministro del gabinete. Con lo cual el argumento no es válido",

explica Juan Carlos Jaliff, uno de los amigos que suele matear con Cobos.

Debido a todo esto, al débil apoyo de la UCR oficial por razones estratégicas y al ataque

pertinaz de eventuales aliados como Lilita Carrió, es que Cobos lanzó un desafío público sometido a

una lógica institucional estricta: "Si quieren sacarme, que me hagan juicio político".

El que renuncia, ¿es cobarde?

Una reflexión final. El que renuncia, en la política argentina, ¿obtiene algún beneficio? ¿O

saca chapa, para siempre, de cobarde?

Alguien que, al igual que Cobos, fue gobernador mendocino, José Octavio Bordón, tiene una

larga experiencia sobre el particular.

Considera que su sonada renuncia a la senaduría, tras perder la elección presidencial contra

Menem, fue mal leída, pero que produjo más simpatías cuando se negó a ser ministro de Obras

Públicas.

"Renunciar o quedarse en un cargo no es bueno ni malo en sí mismo. Todo depende de la

circunstancias", señala el Pilo. "Ahora bien, considero que nadie debe atarse a ningún cargo. Yo no

lo hice ni siquiera cuando era embajador en Washington. Me fui seis meses antes y no acepté otro

destino diplomático".

Muy bien. Pero, Cobos, en este momento, ¿debe irse o quedarse?

Aprovechando su vasto rodaje internacional, Bordón emite una opinión al paso: "Podríamos

discutir si fue bueno o no que Cobos haya permanecido en el puesto tras el voto "no positivo". Pero

hoy, dadas las circunstancias, no debería renunciar porque ha habido una vasta operación política

para sacarlo. No debe ceder a la extorsión. Además, suspender algo tan importante como un viaje a

China, la segunda potencia mundial, sólo para presionarlo a Cobos, ha sido gravísimo para el país.

Una charla entre la Presidenta y el vice lo hubiera arreglado todo".

Una charla entre cualquier presidente y su vice, sobre temas de agenda, es propio de un país

normal.

Argentina es de otro planeta.

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El vicepresidente Julio César Cleto Cobos.
El vicepresidente Julio César Cleto Cobos.
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Acto. El vicepresidente de la Nación Julio Cobos y Cristina Fernández. (Ilustración: Marchese)
Acto. El vicepresidente de la Nación Julio Cobos y Cristina Fernández. (Ilustración: Marchese)