La prensa de todo el país habló esta semana de los escándalos suscitados en una comuna mendocina por un video sexual. ¿La intimidad ya no cotiza?.

Alvear se trepa a la marquesina

Por UNO

La pregunta brota solita: ¿Es posible que a esta altura todavía haya gente que grabe alegrementesus momentos de intimidad sexual, que no los guarde como corresponde y que luego ponga el grito en

cielo cuando, por hache o por be, esos videos van a parar a internet y a los celulares de medio

mundo.

Uno podría entender esa necesidad compulsiva de mostrarse si estuviéramos, por ejemplo, ante

el caso de postulantes a estrellitas televisivas o a galancitos fugaces.

Buena parte de esas chicas y chicos no suelen estar dispuestos a perder tiempo estudiando

danza o teatro sino que buscan aterrizar como un rayo en la pista de Tinelli, en la tira de Cris

Morena o en una revista de la Barbieri o de Sofovich, es decir, participar en hechos concretos que

les aseguren redituables periplos por Mar del Plata, Carlos Paz y la calle Corrientes, más las

rentables peleas televisivas en lo de Rial o la Canosa.

Mirando hacia Alvear

Pero es muy difícil entenderlo cuando gente que no tiene ese perfil mediático descuida tan

fácilmente lo que puede llegar a pasarle con la difusión de filmaciones de sus momentos sexuales.

El infierno que están viviendo esa ex reina vendimial y ese médico sureños por la difusión

masiva que ha tenido un encuentro sexual, que ellos mantuvieron, grabaron en video y que hoy pasea

por varias páginas porno de internet y en los celulares de medio mundo en el sur de Mendoza, ha

vuelto a disparar un mar de preguntas vinculadas a la ausencia de prevención para que ciertos

momentos que pertenecen al ámbito privado no se masifiquen en la web.

Gema democrática

Digamos, para entonar la charla, que uno de los aspectos más ricos del ideario democrático y

republicano es la importancia que las leyes le otorgan a la privacidad.

Fíjese, lector, que la democracia, que es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el

pueblo, les da, sin embargo, una ubicación capital al respeto a las minorías, a la intimidad y a la

privacidad.

En democracia, la privacidad está resguardada de manera constitucional. Los argentinos

tenemos harta experiencia sobre cómo fue vapuleada la intimidad en las dictaduras.

Lo privado, lo íntimo son tesoros conceptuales que, si se dinamitan, terminan llevando ese

desastre a una de las esencias progresistas de la democracia.

El artículo 19

Lo que se haga dentro de cuatro paredes, entre mayores y con la anuencia de los

protagonistas, no admite la intromisión de nadie. Ni siquiera de la autoridad del magistrado, dice

nuestra maravillosa Constitución, la que, y perdón por el consejo, deberíamos estar obligados a

releer aunque sea una vez mes por mes.

Ese beneficio de civilidad y humanidad secular que nos otorga la ley debería ser mejor

homenajeado por todos nosotros.

Lo que se ve

En cambio, el dato certero de la realidad indica que venimos asistiendo a una constante

degradación de esa preciosa intimidad que la Constitución obliga a cuidar.

En muchos de los casos esa degradación se da por descuidos de los mismos protagonistas y en

otros, por aspectos tan humanos como celos, venganzas o desamores. Pero también, ya lo veremos más

adelante, por la apabullante erosión de la explosión tecnológica.

Baste recordar cómo terminó en un brutal asesinato el caso de las dos amigas de General Las

Heras, en la provincia de Buenos Aires, que a raíz de un video de fuerte contenido sexual se vieron

envueltas en un drama que truncó la vida de una y mandó a la cárcel a la otra. Todo a partir de un

video de tono sexual.

Pará un cacho

Una bárbara (de barbarie) pero también subyugante eclosión tecnológica en las comunicaciones

nos está obligando a mutar en la vida cotidiana mucho más rápido de lo que la mente y el alma

humana lo permiten.

Lo que antes pertenecía a la esfera privada o, a lo sumo, a un grupo selecto de amigos,

parientes o confidentes (porque el sexo, reconocemos, posee una carga muy potente) hoy por la

explosión de internet se ha "socializado" y son legión los que se exponen peligrosamente al no

tomar los recaudos que exigen ciertas imágenes de la vida privada grabadas por ellos mismos.

Soberana y profesional

El caso de la ex reina y del médico, que desde el supuestamente apacible departamento de

General Alvear saltó esta semana a buena parte de la prensa nacional, no hizo más que ratificar esa

extraña costumbre que, como mancha de petróleo, se ha extendido a través de las llamadas redes

sociales de internet.

Cuando este asunto llegó a los medios de comunicación más tradicionales, como los diarios, el

video hot que contiene una sesión de sexo oral ya hacía quince días que saltaba de un teléfono

celular a otro en el sur mendocino y ya formaba parte de varias páginas porno de las que abundan en

la red.

La pareja del video padece hoy en carne propia lo que es jugar con fuego en la caldera del

diablo. Ella estaría bajo tratamiento psiquiátrico y ambos con serias crisis en sus familias y

entornos laborales.

Ellas, ellos

El audio de la filmación deja escuchar claramente cuando la chica le dice a su compañero que

lo que van a hacer no es para subirlo a internet.

Son las mujeres las que más cuidado deberían tener con estas filmaciones porque la realidad

social marca que aún son ellas las que más tienen para perder.

Pese a los avances en las libertades femeninas, en un escándalo como el de Alvear ella

terminará recibiendo la mayoría de las descalificaciones y él, a pesar de los problemas que le

puede haber generado la situación en su profesión como médico, zafará con honores.

Subime, te subo

Pero no todo es sexo en la web. Tanto en Facebook como en Twitter, mucha gente parece estar

desesperada por compartir con quien sea (no sólo con sus amigos, sus parientes o sus compañeros de

trabajo) lo que le ocurre a diario.

Si, por caso, van a una fiesta, la prioridad parece que ya no es divertirse como fin en sí

mismo, sino fotografiarse y filmarse para que a las pocas horas todo eso esté profusamente

distribuido en la red.

Si salen de vacaciones, ídem. Cualquiera puede seguir la intimidad de ese paseo familiar

entrando a Facebook. Allí nos cuentan lo que han comido ese día, cuántos chapuzones se han dado,

adonde fueron a comprar artesanías y hasta si los chicos han hecho la caquita dura o no.