Acá hay piquetes a favor de los perros de la calle o del chorlito de pico rojo. Pero pocos se enfurecen por la ausencia de educación

¿Alguien se disculpó ante los alumnos sin clases?

Por UNO

Por Manuel de Paz

Yo no soy demasiado avispado, pero pregunto: ¿es sólo una mala percepción mía o a los padres de los alumnos no se los ve muy preocupados por el hecho de que sus hijos estén sin recibir la educación obligatoria y gratuita en las escuelas estatales de Mendoza?

¿Habrá que esperar un mes sin clases para que hagan sentir su malestar?

Lo cierto es que los alumnos de los colegios privados les van ganando –otra vez– en conocimiento, aprestamiento y socialización a los chicos de las aulas públicas.

Tres (o cuatro) al hiloY en la semana que comienza les seguirán sacando ventaja porque las escuelas estatales van a parar no uno ni dos, sino tres días.

Y ojo: tal vez terminen siendo cuatro días si los docentes le vuelven a sumar una jornada para hacer asambleas en horas de clase.

¿Y los pibes?… ¡que esperen!

Sigo con algunas preguntas que a algunos les resultarán pelmazas.

¿Ustedes han escuchado a los dirigentes gremiales pedir disculpas porque los docentes no están yendo a dar clases y por tener que privilegiar sus demandas salariales por encima de los intereses de los alumnos?

¿Alguien ha visto en la tele –digo, porque tal vez me lo perdí– a la directora general de Escuelas, María Inés Abrile de Vollmer, reconociendo que el ministerio que ella conduce está incumpliendo con el principal objetivo por el cual el pueblo de Mendoza le paga el sueldo, que es el de asegurar que los alumnos tengan clases todos los días que fueron fijados en el calendario escolar?

Enojos seleccionadosA decir verdad, tampoco he visto, y corríjanme si alguien observó lo contrario, al gobernador Pérez grabando un spot en el que fije claramente su posición ante los mandantes –¡qué antigüedad, dirán algunos, llamar así a los contribuyentes que sostienen el aparato estatal!–por no poder llevar a buen puerto las paritarias con los docentes.

En los últimos días lo hemos visto al mandatario provincial muy enojado por algunas cuestiones (por ejemplo, el inicio de juicio político a un miembro de la Suprema Corte, Carlos Böhm, muy cercano al justicialismo) pero no ha trascendido similar impronta justiciera por el fracaso en comenzar las clases.

Sin remedios, sin librosImagínense ustedes qué pasaría si a los pacientes de un hospital público no les dieran remedios durante dos o tres días porque su personal está de huelga mientras que otros ciudadanos con la misma dolencia, pero de un hospital privado, recibieran normalmente los medicamentos porque allí no hay medidas de fuerza.

Así como el enfermo es el centro de la existencia de la salud pública entendida como institución del Estado, así también el alumno es la esencia de todo el andamiaje de esa otra institución vital para una nación que se llama educación.

Se me cantaEn esta nación casi todo el mundo se cree con derecho a cortar calles y puentes, creencia que ha sido apañada por el Gobierno nacional y por la Justicia durante la última década, un disparate que recién ahora ha empezado a ser cuestionado públicamente por la Presidenta.

En un país y en una provincia así, decía, no he visto a padres "piquetear" para que sus hijos tengan clases, o para sentar opinión ante las autoridades a fin de que también los funcionarios sientan que están cometiendo una falta grave al no asegurar el acceso a la educación.

A veces pareciera que hay más pasión por defender a los perros de la calle que por cuidar a los niños de la violencia parental.

O que hay más necesidad de evitar el peligro de extinción del chorlito pico rojo que el de frenar las medidas gremiales que no tienen en cuenta el derecho a la educación de los niños.

La palabra mágicaSin embargo es habitual que los funcionarios y los gremialistas pronuncien varias veces al día la palabra "inclusión" como supuesto eje de sus labores políticas.

A ellos habría que recordarles con más frecuencia que todos esos niños y adolescentes que están sin clases son hijos de las familias que menos tienen, razón por la cual sus padres se ven obligados a mandarlos a una escuela pública.

Perdón, Domingo FTambién es lícito preguntarse: ¿qué inclusión les ofrecemos a los hijos de miles de argentinos de clase media que por convicción sarmientina y progresista siguen mandando a sus hijos a establecimientos estatales?

Esos argentinos siguen apostando a la escuela pública a pesar de la mediocre instrucción que allí se les brinda desde hace muchos años o del escaso apego a una idea razonable y justa de autoridad que allí reina.

Allí, en la escuela pública, lo que impera es la idea de que a los alumnos hay que contenerlos a como dé lugar. Allí no hay que hablar jamás de la calidad educativa ni del concepto de que las cosas se consiguen con esfuerzo.

En la escuela pública se ha hecho añicos la dualidad "premios y sanciones". Y en su ámbito la violencia escolar es ahora analizada por comités de adolescentes que supuestamente se deben autocastigar.

Un día sin clases es un día sin posibilidad de ascenso social. Uno puede estar un día sin comer, pero no cinco, diez o veinte días sin bocado. Igual que con la educación.