atolladero sin despeinarse demasiado. Esto incluía no sólo conservar su base de posibles votantes con vistas a una presidencial,sino también tender de una buena vez un puente fuerte de regreso a la Unión Cívica Radical paracontar realmente con una base de sustentación firme y real en la contienda de 2011. Pero el impredecible Julio Cobos jugó sus piezas de manera tal que, con argumentos quepodrían haberle servido a las finalidades planteadas, quedó exactamente en la vereda contraria.Quizás sin quererlo él mismo o sin comprender exactamente lo que estaba haciendo. Esta semana hubo dos editoriales, uno de La Nación escrito por Joaquín Morales Solá y otro dePerfil firmado por Jorge Fontevecchia, que sintetizan lo que está ocurriendo y quizás Cobos deberíaterminar de entender, para no estar en medio del campo de batalla actuando como si su vidatranscurriera dentro de un laboratorio de investigación. Hay una guerra y cuando esto sucede la realidad se hace binaria y se divide en dos bandos. Seconvierte en un sinfín de crueldades y mezquindades, sólo salpicadas por alguna grandeza individualaislada. Y, fundamentalmente, desaparece la posibilidad de la neutralidad. Se está en un bando o enotro. El beligerante es un estado poco recomendable desde ya, pero que se impone por sí mismo. Elmatrimonio Kirchner, contra el deseo de la mayoría de los argentinos, ha instalado un clima bélicoque en general es caricaturesco y tiene más que ver con el general González del Negro Olmedo quecon el general Patton de George C. Scott. En ese contexto deben ser leídos los dos editoriales aludidos. Morales Solá, que está en elbando anti K, usa brillantes y casi inobjetables argumentos para derruir a Cobos. Fontevecchia, quedebido a su pelea actual con Clarín está por lo menos a veces no tan lejos del Gobierno al cual hafustigado recurrentemente, usa brillantes y casi inobjetables argumentos para elogiar a Cobos. Enambos impera la lógica expuesta de la guerra. Dos mentes brillantes ponen toda su artillería alservicio de la causa y con argumentos magníficos llegan a conclusiones opuestas. Ésa es la lógica bélica, que Julio Cobos está queriendo entender en estos días con la lecturadel clásico de Sun Tzu, El arte de la guerra. El maestro chino dice que hay factores a tener en cuenta para batallar y en primer lugar ponea la política. "La política significa aquello que hace que el pueblo esté en armonía con sugobernante, de modo que lo siga donde sea, sin temer por sus vidas ni a correr cualquier peligro",escribe Sun Tzu. Y esto es justamente lo que Cobos pifió en esta última jugada. No actuó para ese pueblo, sinopara los políticos y los periodistas. Eligió un entorno de consulta que le garantizó solvenciaintelectual y argumental y lo hundió a la hora de los resultados en el lugar menos deseado por él.Ni siquiera la voluntad de Fontevecchia lo rescata, aun cuando sean ciertas todas susexplicaciones. Que lo son. En el punto 1 de su "Opinión y consejo final" a la Presidenta en el caso Redrado Cobos dice: " En cuanto a las causales invocadas en los fundamentos del DNU 18/2010, no encuentro, a partir dela información recabada por esta comisión, razón válida para la remoción del Lic. Hernán MartínPérez Redrado". En el punto 2 se embarulla con lo que debería haber sido una declaración políticaposterior, fuera del consejo, diciendo que hay otras causales para la remoción. Es decir, lo queahora dicen quienes lo fustigan, Carrió, Morales y compañía. Con la inclusión de esos argumentos enla pieza jurídica, le abrió la puerta al Gobierno para que capitalizara su opinión como un apoyo ala destitución llevada a cabo. Muy ingenuo de parte de Cobos. El punto 3, finalmente, agrega, enmedio de una larga cháchara de abogados, lo que debería haber dicho en el punto 2: que para evitarmayores males Cristina aceptara la renuncia y a otra cosa, sin dejar ningún resquicio para quepudieran decir que él avalaba la echada de Redrado. Con casi iguales argumentos que Prat Gay, Cobosllegó a una conclusión que desorientó hasta a Página 12. Una verdadera proeza. Sun Tzu recomienda sólo dar las batallas que se saben ganadas de antemano. Ya llegará Cobos aese capítulo, que no debe pasar rápido, sino estudiar en profundidad. Pero las lecturas de estos días del vicepresidente son variadas. Le han recomendado ver lapelícula Invictus, pero antes leer el libro El factor humano, de John Carlin, para estudiar el casode Mandela en Sudáfrica y cómo sumar a la tropa que ya se tiene, la mayor parte de la del enemigo.Está por la mitad de la lectura de un libro citado la semana pasada en esta columna, Anatomía de uninstante, de Javier Cercas, sobre la figura de Adolfo Suárez. En esas páginas encontrará que esfundamental leer también Mirabeau o el político, de Ortega y Gasset, y El político y el científico,de Max Weber, además de ver El general de la Rovere, la obra maestra de Roberto Rossellini. Conesas lecturas y películas comprenderá que aún está en una carrera de regularidad, como lasmaratones que le gusta correr. Es una falacia que Cobos se desploma en la consideración pública esta semana, tal como dicenlos políticos que podrían ser sus aliados y lo detestan, como los periodistas que lo amaban cuandojugaba de su lado y ahora lo cachetean por haberse "dado vuelta". Su estimación cae lo normaldentro de un sector muy lábil de la sociedad que lo valorará otra vez el día que enfrente en lasurnas a los K, si eso llega. Pero para poder correr la carrera, Cobos, además de seguir con sus lecturas, que mal no leharán, deberá decidir si sigue con un entorno de magníficos analistas y juristas de fuste, peropésimos políticos, de comprobada ineficacia, o si también se rodea de esos animales que pueblan loslibros que está leyendo y las películas que quiere ver. Hoy Julio Cobos está lamiendo sus heridas, está desorientado y sabe que se equivocó, aunqueno lo reconozca. Le tocó protagonizar un fenómeno raro, una "derrota a lo Pirro". Se suele hablarde "victoria a lo Pirro" por aquel general que venció a los romanos a un costo tan alto que puso endudas la naturaleza de su triunfo. ¿Valió la pena este inútil traspié de Cobos?