Stamateas: "El por qué de los límites a los hijos"

Por UNO

Bernardo Stamateas [email protected]

Los padres podemos ser amigables con nuestros hijos, pero nunca deberíamos ser sus "amigos" dejando los límites de lado. Por duro que parezca, en el momento en el que un padre o una madre se convierte en el amigo o la amiga de su hijo, este último se queda huérfano.

Es común hoy en día ver a papás que se divierten cuando sus hijos transgreden los límites. Dicha actitud no es sana. Dejar que una criatura transgreda los límites está relacionado con darles rienda suelta a sus deseos. Los padres somos responsables de la educación de nuestros hijos y siempre tenemos que procurar que acepten el límite. Festejar la transgresión es enseñarles que eso está bien.

Hay padres que sufren cuando tienen que decirle que no a sus hijos. En realidad, no están ejerciendo su rol de cuidadores. Un "no" a tiempo es una tarea ineludible del rol de padre o madre y algo que les reportará un gran beneficio en el futuro. Así como un jardinero no sufre cuando tiene que podar un árbol, los padres no deberían sufrir al ponerles límites a sus hijos. Para ellos, es tan perjudicial decirles que sí a todo, como decirles que no a todo.

¿Cómo deberían ser los límites que les ponemos a nuestros hijos?

Demasiados límites impiden que crezcan libremente y podrían convertirse en adolescentes aniñados. Y la ausencia total de límites hace que no aprendan a historizarse. Es decir, a reconocer las consecuencias de sus propias acciones. Un mal manejo de los límites, sobre todo en los primeros años de vida, por lo general causa consecuencias que pueden afectar todas las áreas de la vida de un ser humano.

Alguien adulto que, por ejemplo, tiene serias dificultades para comprometerse con una pareja muy probablemente haya carecido de límites en la niñez. Esta persona no es capaz de ver el futuro porque no aprendió que sus acciones tienen consecuencias. De modo que no procura formar pareja, sino que se dedica solo a su satisfacción personal.

¿Cómo deberían establecerse los límites?

Lo ideal es hacerlo de la forma más flexible posible para no caer en la rigidez absoluta. Por ejemplo, si un niño tiene que bañarse, es posible negociar el horario. De esta manera, los límites son móviles. Hay ciertas cosas que los padres pueden permitirle a un hijo de tres años, pero no a un hijo de diez años.

Estas son algunas de las acciones que jamás deberíamos realizar al poner límites: pegar, tirar de las orejas, empujar, dar un chirlo, abofetear, sacudirlos, burlarse, humillar en público, ser indiferente, insultar, no hablar durante días. En todas ellas existe violencia, la cual nunca conduce a nada.

Para concluir, recordemos que disciplinar no es sinónimo de castigar. En el castigo hay una descarga de ira y se puede lastimar. La disciplina consiste en fijar un límite para que nuestros hijos guarden en su interior las dos palabras más poderosas: "sí" y "no". Y sobre todo, el límite siempre debe estar acompañado con contención, que el cariño siga intacto. De esta manera nuestros hijos sabrán que cuentan con nosotros, con nuestra ayuda y nuestra escucha siempre.

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