Las embestidas de Lilita Carrió, la economía que continúa a la deriva y la Justicia tardía marcaron la semana en la Argentina.

Semana de crujidos

Por UNO

Carrió prepara las valijas. La economía sigue en la vuelta al mundo. La Justicia argentina volvió a crujir fuerte. Estas fueron las tres frases que se escucharon hace horas de dos ministros del Poder Ejecutivo y de un dirigente, que sin estar en el gabinete, tiene más poder que un funcionario con cartera propia.

El tándem comunicacional del PRO intentó bajar la línea a los voceros gubernamentales para que se dijese públicamente que la economía estaba controlada luego del acuerdo con el Fondo Monetario y el cierre del dólar a menos de 39 pesos. No funcionó. Dos economistas cercanos al Presidente lapidaron el intento dialéctico de los que hacen el guión de lo "que hay que decir".

"El Fondo dijo: córranse que me hago cargo. El ministro de Hacienda y el presidente del Banco Central toman mate todo el día, paran una vez a las 17 y mandan a Washington una planilla. No hay oposición porque si no, es para hacer un picnic. Es la suerte que tiene Mauricio". El que así habló ante empresarios esta semana fue Carlos Melconian. Ex presidente del Banco Nación, la apuesta fallida del PRO de hace un tiempo para la senaduría nacional y un hombre de confianza de Macri. "La herencia era tremenda. Pero el Gobierno fracasó", dijo lapidario.

Como si fuera poco, el ortodoxo Juan Carlos De Pablo coincidiendo con su colega con la recesión que se viene sentenció para los que dicen que lo peor ya pasó: "No es lo mismo una tasa estrafalaria un fin de semana que varios meses. Si pones una tasa del 60% vas a tener una inflación de ese tenor", dijo.

Frente a semejantes definiciones, los escribas oficiales, "despreciadores" en serie de los que señalan los errores desde los medios de comunicación, debieron enfundar sus lapiceras y recurrir, como el ministro, a la metáfora del parque de diversiones. "Seguimos en el tramo de la vuelta al mundo de la montaña rusa.

Subimos y bajamos rápido hasta que vayamos al trayecto de las vías más tranquilas", le dijo este hombre de Estado en privado a este cronista.

La Justicia continúa haciendo méritos para competir por el premio al descrédito popular. Desde las causas del poder como la de Carlos Menem o las denuncias por escuchas ilegales a Mauricio Macri y su familia hasta esclarecer un caso penal sonado como el de María Marta García Belsunce, el cóctel de incomprensión y connivencia de impunidad que estalla en el ciudadano de a pie luce como letal.

Carlos Carrascosa pasó 7 años preso acusado de haber sido uno de los partícipes de la muerte de su esposa. Pitutos, "la gotita", masajistas y country se hicieron de interés nacional. La Corte bonaerense acaba de considerar que no hay una sola prueba verosímil que demuestre semejante accionar asesino y lo absuelve, casi 20 años más tarde, de culpa y cargo. Con perdón de la metáfora negra, María Marta está muerta. Alguien le disparó. A la Justicia que no puede saberlo y condenó por error al esposo, le parece que sólo debe decir dos décadas después "no sabemos". Y no pasa nada.

Carlos Menem no es ni siquiera declarado no culpable por el vergonzoso tráfico ilegal de armas a Croacia y Ecuador. Sin ponerse colorada, la Justicia considera que ella misma tardó casi un cuarto de siglo para tramitar la causa y que ese es un plazo irrazonable para tener investigado al ex presidente. De vuelta: como la Justicia tarda mucho no se puede hacer justicia. Algo así como "la culpa de la tardanza es mía y yo mismo digo que no investigo más". Patético.

Sin demasiada estridencia, se conoció también esta semana que la Cámara de Casación Penal anuló la causa que había tenido procesado al actual presidente y funcionarios de su gobierno por haber escuchado ilegalmente a familiares de víctimas de la AMIA, entre otros. Después de más de 10 años de iniciada, los jueces advirtieron que el juicio estaba mal iniciado por el juez Norberto Oyarbide porque necesitaba del impulso de un privado y no del Estado. La causa estaba a punto de ventilarse en juicio oral para determinar inocencias o culpabilidades. No se hará nada.

Estos dos últimos hechos volvieron a hacer explotar a la aliada del PRO Elisa Carrió. La diputada pidió juicio político a la sala de la casación que ordenó la prescripción a favor de Menem. Sin embargo, el enojo no es por el tráfico de armas sino por lo que, según ella, es la preparación del antecedente que beneficiaría a Cristina Kirchner. En el universo Carrió, todo es Cristina.

Carrió vio la mano del ministro de Justicia y sus operadores para conseguir la impunidad de Menem por el mero transcurso del tiempo. Ella supone que una estrategia similar se podría utilizar para dejar correr los plazos, usar a la ex presidenta como el "cuco" para hacer campaña y, llegado el momento, invocar la misma prescripción.

Las declaraciones de Germán Garavano le vinieron como anillo al dedo. El título de la entrevista del titular de Justicia "el gobierno no cree que sea bueno que Cristina vaya presa" desató la ira de la legisladora y de buena parte de la sociedad que tiene fundadas razones para saber que hubo corrupción sistematizada que merece pena. Sin embargo, hay que mirar un poco más allá del título.

Ni Garavano pidió por la libertad de Cristina (Dijo: "No es bueno para un país que un ex presidente vaya preso". El que sea, se agrega desde aquí, en alusión al papelón político de tener a un primer magistrado detenido) ni Carrió apuntó al ministro.

Uno puede tener la posición de que es injusto que un proceso dure años y que un evidente hecho de corrupción sea transitado con el corrupto en libertad. Pero esa es la ley argentina. La prisión preventiva sólo se aplica de manera excepcional. Eso dijo Garavano. Enjuiciarlo políticamente es un disparate.

En lo que sí tiene razón Carrió es que esos dichos no son inspiración unilateral del ministro. Habla en nombre del Presidente que, todo indica, prefiere a su oponente que recuerda de cuerpo presente el pasado en campaña que tras las rejas. Cristina es mucho más útil en para el oficialismo contendiendo en la arena del debate público que en el ostracismo de una celda.

La reacción furibunda de la diputada chaqueña es hoy vista en la Casa Rosada como un preocupante modo de empezar a hacer las valijas del abandono de Cambiemos. Carrió pega al ministro para que reaccione su jefe.

Como si fuera poco, el titular de la AFIP descabezó algunas gerencias de su repartición entre las que se encuentra Horacio Castagnola, un funcionario que viene investigando a la empresa IECSA en el soterramiento del ferrocarril Samiento. IECSA fue, hasta hace poco, del primo presidencial Angelo Calcaterra. Carrió supo decir en público que Castagnola era de su confianza.

Garavano, Castagnola, el sabor amargo de la Ley del Aborto y la eterna pelea con Daniel Angelici serían los nombre propios de los petates que Carrió empacaría antes de dar un portazo estruendoso. Algunos lo ven cerca.