Unas 33.000 personas mueren solas cada año en sus hogares sin que nadie descubra su cadáver durante meses

Limpiadores forenses, testigos de la lacra de las muertes solitarias

Por UNO

Morir solo sin que nadie se entere durante semanas o meses, un drama que afecta a cada vez más personas en Japón, en especial hombres de mediana edad y jóvenes. Las empresas de limpieza forense, un negocio en alza, se han convertido en testigos de excepción de esta situación.Un olor casi insoportable, decenas de insectos y montañas de basura acumulada reciben normalmente en su lugar de trabajo a Atsushi Takaesu, propietario de la empresa de limpieza A&T y autor del libro Aquí llega un limpiador de escenas del crimen (2012).En los peores casos, los que él considera como "complicados", también encuentra sangre o excrementos, que llegan incluso a filtrarse por el resto de pisos del edificio alertando a los vecinos.Una vez que termina su labor, el recuerdo del anterior inquilino queda borrado por completo hasta que finalmente no queda ninguna señal que atestigüe que alguien vivió allí antes y la casa puede ser alquilada de nuevo.Las últimas cifras señalan que cerca de 33.000 personas mueren solas cada año en sus hogares en Japón, sin que nadie descubra su cadáver durante semanas o incluso meses.Se trata de un estudio realizado en 2009 por la cadena NHK y, aunque no hay datos nuevos ni oficiales, los expertos consideran que el número va en aumento.Mientras que en otros países el perfil de las muertes solitarias suele ser el de ancianos desatendidos, en Japón, el caso más habitual es el de hombres de entre 40 y 60 años que, tras perder su trabajo y romper sus lazos familiares -en el caso de que tuvieran-, van degenerando en salud hasta morir."Suelen ser divorciados que se han quedado sin trabajo después de una reestructuración de la empresa y mueren por enfermedades como la hipertensión o la diabetes", detalla Yoshinori Ishimi, responsable de la empresa tokiota de limpieza Anshin Net.Facturas atrasadas, ropa tendida, latas vacías de cerveza y bandejas de comida precocinada son algunos de los objetos que los limpiadores forenses encuentran en las casas donde murió una persona de este perfil. Esto, y una carta de pegada en la pared en la que confesaban que no s animaban a cambiar de vida.No obstante y aunque los hombres de mediana edad suelen ser las principales víctimas de la muerte solitaria en Japón, ningún grupo demográfico queda exento de esta lacra: desde ancianos, a profesionales de la salud o estudiantes universitarios."Aumentan los problemas de envejecimiento y las enfermedades como el Alzheimer entre los ancianos, pero también hay veces en las que la gente simplemente se abandona", explica Ishimi, quien, además de la limpieza, se dedica a dar charlas para concienciar sobre esta situación."Recuerdo el caso de un estudiante de 21 años que murió sólo en su casa", relata Takaesu y, tras una larga pausa, continúa "murió de hambre a pesar de tener a sus padres, ya que no se atrevió a pedir ayuda. Esta muerte se podría haber evitado".Su empresa responde a unos 15 casos de limpieza forense al mes, sólo de los que él mismo se puede hacer cargo, ya que es difícil encontrar empleados dispuestos a realizar este trabajo.La de Ishimi se encarga de unos 50 y, según dice, "el mercado no ha dejado de crecer en los últimos 10 años".Con precios que oscilan entre los 250.000 y el millón de yenes (entre 2.000 y 8.000 euros) por servicio, unas 60.000 empresas han convertido las muertes solitarias en su principal forma de negocio en Japón.También se encargan de otras labores secundarias, como purificar espiritualmente la casa, vender los objetos de los fallecidos para aliviar la carga emocional de la familia, o comprar y vender este tipo de apartamentos "difíciles", ya que pocos son los familiares que deciden conservarlos tras una muerte trágica.Este fue el caso de dos hermanas, que, tras la muerte de una tercera, prefirieron que fuera la empresa la que se encargara de la vivienda."Tenía 41 años y era enfermera, pero dejó de preocuparse de sí misma y permitió que la basura llegara hasta el techo. Descubrimos que tomaba medicamentos contra la depresión", lamenta Ishimi, quien se pregunta "¿por qué no pidió ayuda?".Estos casos son conocidos entre los profesionales del sector como de "autonegligencia", en los que gente sana enferma y muere tras pasar meses acumulando basuras y sin alimentarse de forma adecuada, una tendencia creciente en el país nipón donde, en muchas ocasiones, no existen redes familiares o de vecinos para evitarlo.